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donde a la sazón se encontraba, escribe una larga Epís– tola a aquellos queridos hijos suyos de Corinto, apostro– fándoles con vibrante indignación: «Sí, es verdad: los manjares son para el vientre, y el vientre para los man– jares; pero a éstos y a aquél destruirá Dios algún día. Mas el cuerpo no es para la fomicae,ión, sino para el Se– ñor, y el Señor para el cuerpo... ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar los miembros de Cristo para entregarlos a contactos y accio– nes vergonzasas? ¡ No lo permita Dios! ... Quien se allega al Seiior, hácese un espíritu con El. ¡ Huid la fomicación! Cualquier otro pecado que comete el hombre, fuera de su cuerpo queda; mas quien fornica, peca contra su mis– mo cuerpo. ¿Y no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? ... "En forma algún tanto oscura, pero elevadísima, quie– re convencer San Pablo a sus cristianos de que el cuerpo humano no está destinado a los actos sexuales como lo está el estómago a recibir la comida. Sin comida no pue– de subsistir el hombre; sin actos sexuales, ciertamen– te sí. La actividad digestiva es del todo necesaria para la conservación, desarrollo y buen funcionamiento del in– dividuo; no así la actividad sexual. Esta sólo es nece– cesaria para la conservación de la especie, y a esta con– servación no estamos obligados todos en singular, ni la ayudan en nada muchísimos de los actos sexuales que se '-'«HL,,u,, pues o son antinaturales, o practicados sin verdadera necesidad ni exigencia de la naturaleza. Por otra parte, como recalca vigorosamente el Apóstol, nues– tros pobres cuerpos de barro animado han sido distingui– dos con la altísima dignidad de ser templos de Dios, y en otro aspecto, miembros vivos de Cristo: ¿no sería pro– fanarlos miserablemente el consentir en ellos una entre– ga desordenada a la sensualidad? - Pues frecuentemente se escucha por ahí - dijo uno - que todo eso de la lujuria, que tanto reprueba la no es al fin más que «cosas de hombre». - ¡No son cosas de hombre, sino del animal sin do– mar que hay en la mayor parte de los hombres l - repli– có contundentemente el P. Fidel -. La gran superioridad del hombre sobre los animales consiste precisamente en esto: en que el hombre puede siempre, si de yerdad lo 487
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