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do a tiros de PQ,~rn,,,,,n otro lobo de gran tamaño en el alto del Portillo, sobre carretera de Madrid. Tales noticias, otras semejantes, tan del día, entre- tenían la charla de gente junto al fuego de la cocina, o alrededor del brasero en los cuartos de estar. Para el P. Fidel y demás frailes de San Francisco, sin brasero y ale– jados del fuego de la cocina, la gran noticia, la punzante realidad en torno a la nevada, era que estaban pasando un frío de primerísima cla1>e, pues el convento se mantenía bien arropado con una capa de hielo. Sólo mirar el aspec– to del jardín a través de los cristales de la ventana hacía casi tiritar... ¡ Cómo suspiraban todos por un buen día de sol, que viniera a romper aquel cerrado frente de hielo l Nunca mejor que entonces se caía en la cuenta de lo que valen esos naturales y corrientes dones de Dios, que tan poco solemos agradecer: un sol que caliente, un aire puro y templado, una tierra produciendo calladamente mieses y flores... También, empleando palabras de la Liturgia, se debía bendecir a Dios por los fríos y las heladas, por las escarchas y las nieves: «cantadle y ensalzadle por los si– glos». Pero ¡ cuánto más agradable resultaba poder vol– verse hacia lo alto con el famqso cántico de San Francisco en la boca: «Loado seas, mi Señor, por ese nuestro hermano el [sol, el cual hace el día, e ilumina a nos, y es bello y radiante con gran esplendor: De Ti, Altísimo, lleva significación»! Pero el sol tardó en asomarse eficazmente toda una semana. Lo cual sirvió para que el P. Fidel tuviese un nue– vo trabajo que ofrecer a Dios, pues con sol o sin él, pasan– do frío o gozando de la mejor temperatura, su tarea en todos los frentes proseguía. Los muchachos, en sus círculos de estudio, habían to– mado con verdadero interés el tema y problema de la cas– tidad. Después de estudiar durante varias reuniones la gran importancia que tanto la Sagrada Escritura del Nuevo Tes– tamento como la doctrina de la Iglesia y las enseñanzas de los maestros cristianos conceden a la pureza de vida, se pa– só a tratar de la razón de la castidad: cuál es el hondo 485
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