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Durante todo el día fue preparándose la cosa: nubes compactas, oscuras y casi inmóviles; muy baja tempera– tura; escasa visibilidad... Pero la espesa caída de copos no se produjo hasta la última hora de la tarde. Aquella tarde ,,,. ·~~,~u,u,.u tenían reunión o círculo de estudios las jóvenes terciarias; y asistieron casi en el nú– mero de costumbre, aun las que vivían lejos (barrio de la Vega, carretera de Asturias o de Nava...), a pesar de los consejos de bastantes mamás: «Pero hija, ¿adónde vas a ir, con el tiempo que hace? Hoy no se puede estar más que en la cocina". Las pocas bajas que se notaron, eran debidas casi to– das a las enfermedades crónicas de la estación: gripes y catarros. « Yo no sé qué les dan en San Francisco - co– mentaban a veces algunas madres - ; pero esta chica mía no pierde una reunión como no la obligue a guardar cama». En San Francisco no se les daba nada... Nada de eso que una joven puede estimar «naturalmente». Allí sólo se repartía espiritualismo, doctrinas de vida eterna, entusias– mo por el bien. ¡Y ya era bastante! El puro corazón de una joven generosa nada mejor podía desear. Y, además, todo aquello se lo repartían con el amor más desinteresa– do, envuelto en palabras de la más honda sinceridad y convicción. ¿No valía la pena desafiar todos los fríos, to– das las distancias, todas las nieves? El P. Fidel empezó aquella tarde felicitando a las que– ridas oyentes por su ejemplar asis1encia en «tal día»... El estaba muy contento; pero ¡ cuánto más lo estaría Jesús, que tanto las amaba, y también la Madre del Cielo! «Ellos os contemplan ahora con inmensa ternura. Os contemplan congregadas en la caridad, animadas de los más puros sentimientos. Podemos cantar lo del Jueves Santo: «Ubi charitas et amor, Deus ibi est ... Congregavit nos in unum, Christi amor». Verdaderamente, aquel puñado de fervorosas jóvenes estaban animadas de los mejores sentimientos, y momen– tos había en que sentían hecha casi física realidad la inol– vidable afirmación de Jesús: «Dondequiera que dos o tres personas se junten en mi nombre, allí estaré Yo también en medio de ellas». Por amor de El se encontraban ellas allí, arrimadas las unas a las otras, soportando lo mejor 483

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