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propias de aquella tarde de vísperas vísperas de las más santas jornadas cristiano-litúrgicas -, produciendo en diversos puntos unos rumores semiapagados... Seguían los ramos de laurel y romero perfumando el ambiente con castos olores de naturaleza sana... Pero ningún ru– mor tan hennoso para Dios, ningún aroma tan delicado, como el orar de aquella jovencita, que sentía cerca del Señor Sacramentado la emoción de haberse encontrado al fin con lo que podía ser su verdadero camino. II La tarde del jueves de Pascua, con la última luz del día, unas 35 jóvenes se congregaban en el recibidor gran– de del convento de San Francisco. Se había acordado tener siempre en jueves las reunio– nes semanales o círculos de formación con el P. Fidel, porque siendo en tal día, las asistentes podían hacer, con la menor pérdida de tiempo posible, dos cosas muy bue– nas: primera, asistir a la Hora Santa eucarística en la iglesia, de 7 a 8, y segunda, tomar parte en la reunión del recibidor, de 8 a 9. Aquel jueves de hermosura pascual y abrileña, el P. Fidel de Peñacorada empezó a hablar sobre un tema que a todas tenía que resultar agradable: LA VIDA. - Amadas jóvenes: Casi todas vosotras estáis en una edad en que no se piensa con hondura en la vida, pero con ella se sueña casi constantemente. Soñáis estan– do despiertas, y la fantasía - gran tejedora de ilusiones - va forjándoos un porvenir todo color de rosa... El pe– ligro de las almas jóvenes es fantasear con exceso, enre– darse con una idea de la vida demasiado alejada de la realidad. »No sé dónde he leído lo que el filósofo francés Teo– doro Simón Jouffroy (1796-1842) decía a unos estudiantes: «De las dos pendientes de la vida, vosotros no conocéis más que una, aquella que vais subiendo, la cual es risueña, bellísima, y perfumada como la primavera. Aún no podéis 44
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