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con un no sé qué de frescor infantil, de suavidad casi acariciadora..., voz matizada de pura timidez y anhelo. Insegura, aquella vocecita, después del «Ave María» salutatorio, empezó a decir el P. Fidel que ella no había ido allí precisamente a confesarse, sino por la necesidad que sentía de hablar con él de cosas muy íntimas... Com– prendía que era un día, y una hora, muy poco a propósito para largas expansiones en el confesonario, por la mucha gente que aguardaba, pero no había podido resistir el impulso de aprovechar aquella ocasión... ¡ Hacía ya tantos días que estaba con el deseo de hablarle, y no se había atrevido... ! Había llegado incluso una porción de veces a la portería del convento, muy decidida a pedir al por– tero que le llamara, para hablar despacio.. ; pero siempre cuando levantaba la mano para poner el dedo en el tim– bre le entraba un terrible nerviosismo, y terminaba vol– viéndose para casa sin llamar, triste y malhumorada contra sí misma... Por eso, ahora que se había dado cuenta de que estaba allí, se lanzó a aprovechar la ocasión sin pen– sarlo mucho... El P. Fidel escuchaba muy bondadosamente... ; y le dijo luego unas cariñosas palabras de aliento. La pobre chica, ya con bastante sosiego y confianza, prosiguió: - Yo no soy terciaria franciscana ; pero asistí a la reunión del último jueves de marzo en el recibidor del convento, y sentí entonces no sé qué. Fui por simple cu– riosidad, y por dar gusto a una amiga que se empeñó en que la acoi;npañara; y fui - le soy sincera - contando con aburrirme regularmente, pues he tenido que escuchar bas– tantes cosas muy aburridas en sermones y conferencias; pero... Hizo una pausa, quizá para tomar aliento; el cora– zón le latía alborotadamente: casi podían oírse sus la– tidos. - Lo que usted nos elijo aquella tarde me llegó muy adentro... He vivido desde entonces bastante febril; y al mismo tiempo, con un extraño sentimiento de felici– dad, de ilusionada esperanza respecto de mi propia vida... Padre, ¡ creo que he despertado ! ¡ Creo que yo he oído al fin las palabras que necesitaba! Paró de nuevo. Pidió al Padre que tuviera paciencia, porque a ella le costaba mucho el expresarse, y que tra- 41

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