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Sobre las altas torres de la catedral - la catedral más gentil de España, la «pulchra leonina» -, en cuyas hen– diduras y recovecos habían establecido sus cuarteles de invierno negruzcas bandadas de grajos... Sobre las interminables choperas del Bernesga y el Torio, tendederos de niebla escarchada hacía dos meses, y todavía desnudas de hoja, pero ya impacientes por reves– tirse de verdor nunca usado... Sobre las alargadas lomas de la La Candamia, ocupa– das por escuadrones de pinos adolescentes... Sobre las pardas tierras de cereales, cuyo corto verdor, regulado por las líneas de los surcos, resultaba ya con– fortante promesa de un futuro y rumoroso mar de espi– gas bajo los vientos de junio... También sobre la Hermandad leonesa de la V. O. T. Franciscana soplaban en los días finales de marzo vientos de renovación... En el ramaje de su añoso tronco apunta– ban brotes, que habían de reventar en floración de autén– tica primavera. Marzo, mes de la Encamación misterio de divina y virginal fecundidad -, traía claros anuncios de que se iba a renovar esa cosa tan misteriosa que es la vida. Marzo, mes cuaresmal por excelencia, venía apuntan– do también que la mejor y más honda de las renovacio– nes sólo podría lograrse por obra del ESPIRITU. 38

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