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que ir haciendo las cosas «medio de contrabando», y re– nunciando frecuentemente a esto y a lo otro que a él se le habría de ocurrir, o que tal vez proyectarían ellas mis– mas... El P. Fidel no podía quejarse de la atención que mos– traban sus oyentes; pero como tenía un afán quizá exa– gerado de pulcritud, de decir las cosas bien, mientras ha– blaba le acometía de cuando en cuando una interior de– sazón, por creer que las palabras no le salían como él hubiera querido; temía estar hablando sin gracia, repi– tiendo cosas, o diciendo torpemente pequeñas vulgarida– J.es que no podían despertar interés alguno en quienes estaban escuchando..., las cuales acaso sólo deseaban que terminara de una vez. Pero las chicas no daban muestras de cansancio, y sí de atención. Superadas las explicaciones preliminares, difíciles y enojosas por no poder presentar un progra– ma sugestivo y concreto, el P. Fidel entró, por decirlo así, «en materia», en el terreno donde él se movía con sentida seguridad. - Siempre me ha ilusionado enormemente el poder trabajar para que la juventud sea algo muy hermoso al servicio de Dios. »La juventud tiene no pocos defectos, indudablemen– te; pero ¡ cuánto se puede esperar de ella, si se logra que abrace con entusiasmo el heroísmo del bien! Esto es precisamente lo que yo quisiera conseguir... »Sé que nada haremos si nos falta la gracia de Dios; pero yo cuento con esa gracia. Antes de decidirme a dar este paso, he rogado mucho... Al Señor, y a su Madre y Madre nuestra del cielo. He protestado de mi recta intención de procurar tan sólo su gloria y vuestro bien. He tratado de encontrar en presencia de Ellos los pen– samientos y palabras que más a lo íntimo puedan llega– ros a vosotras... Y me parecía sentir como un susurro indefinible, que fuera diciendo en mi interior: Háblales de la vida, y del amor y del ideal... Saben teóricamente para qué están en el mundo, y lo que deben hacer en él, y cuál es el mejor empleo de su juventud; pero las envuelve una atmósfera tal de brillantes engaños, de vani– dades seductoras; escuchan y ven tantas cosas que pro– ducen agradables mareos al espíritu y les hacen perder 31
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