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des para mis proyectos por parte de los Superiores - lo que encuentro perfectamente explicable -. Pero no me he decidido a empezar por ellos, porque tengo prisa, por– que me urge hacer algo muy pronto. Para movilizar un grupo sólo regularcillo de muchachos, tendría que em– plear unos cuantos meses, pues no contamos actualmen– te en la Orden Tercera ni con cinco chicos jóvenes de quienes echar mano: ¿cómo conquistar en seguida a los que están lejos y fríos, y foguearlos luego para lo que yo pretendo o estoy soñando? Los ya piadosos y aficiona– dos a «cosas de iglesia» pertenecen casi todos a las aso– ciaciones juveniles constituidas; los otros... no suelen pensar que la juventud deba emplearse en tareas de es– piritualidad. Y unos y otros encuentran, de seguro, que esto de la Orden Tercera, con sus llamativos cordones y escapularios, es de marca poco actual; tolerable a lo su– mo para señoras vestidas de negro y para hombres que sólo piden a la vida un poquito de calor en casa, un par de horas buenas para tomar el sol con sus amigos, y su parte de banco en la iglesia para desahogar en rezos su otoñal desengaño de todo. No; no puedo, no quiero acometer primero la tarea de formar un grupo juvenil de muchachos, porque me consumo de impaciencia por actuar. Vosotras, en cambio, sois ya un grupo numero– so dentro de la Hermandad; estáis animadas de las me– jores disposiciones, y así podemos empezar en seguida. ¿No creéis también - añadió ligeramente humorístico el P. Fidel - que «ellos» vendrán más fácilmente, y en ma– yor número, cuando vean que han de tener al lado una pequeña tropa de «hermanas» sonrientes, gj'mpáticas y tal...? La reumon de aquella tarde dominical de marzo - reunión que resultaría histórica para el destino de al– gunas almas juveniles - terminó con animación entu– siasta, aunque discretamente contenida. María de la Gra– cia, Consuelo, Rosarito y compañeras, que habían sen– tido una desilusionada preocupación con las primeras palabras del P. Fidel, se empaparon de la ponderada ener– gía que irradiaban sus palabras posteriores, y termina– ron con la clara sensación de que iba a salir algo de allí, de que algo se iba a hacer... 28
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