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RENOVADORES VIENTOS DE MARZO El día 3 de marzo el P. Fidel de Peñacorada estaba de pie cerca de su ventana, contemplando el nuevo día. Era bastante temprano: como las siete y cuarto de la mañana. Se había levantado, al igual que los demás religiosos, a las seis en punto, cuando aún brillaban las estrellas. Había hecho en el coro su hora de meditación; y a las siete y cuarto (su acostumbrada hora de misa) se había ido a la celda, porque aquella mañana tenía que celebrar el santo sacrificio bastante más tarde. Olía ya a primavera... Un airecillo templado, que so– plaba del Sur, traía gozosos mensajes. Al P. Fidel se le en– sanchaban el alma y los pulmones... , y hasta empezó a salir de él un discreto tarareo de alegres canciones popu– lares. ¡Qué hermoso era el buen tiempo! Desde luego, na– die goza tanto con su venida como los frailes y los pobres porque nadie está tan sin defensa como ellos frente a la crudeza de los meses fríos. Aquel airecillo templado y aquel olor a primavera ve- 21
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