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los últimos ruidos de la carraca, estaba ya él metien– do sus calientes pies en las sandalias ateridas de frío; aún adelantarse a los más rezagados, y al cabo de segundos se encontraba en el coro esperando con mejor disposición el comienzo del rezo litúrgico. Cada uno de rodillas en su sitio, algo encogidos todos y arrebujándose en sus mantos para guardar mejor el ca– lor, con la cabeza inclinada y el pelo en bastante desor– den, aquellos religiosos - desde jóvenes estudiantes has– ta hombres bien maduros - se disponían a hacer algo de suma importancia: cantar alabanzas a Dios, ofrecerle la oración oficial de la Iglesia... ¡Ellos iban a orar, mien– tras otros muchos dormían, mientras otros, no pocos, pecaban... ! Pensando las cosas bien, era para sentirse emocionados y fervorosos; pero resultaba difícil pensar bien las cosas un día y otro día. ¡ Si tan sólo una vez al mes hubieran tenido que levantarse a Maitines... ! Pero no; era aquél un acto de divino servicio que había que realizar todas las noches del año. ¿No se requería el me– jor esfuerzo del espíritu para poner en él la debida ge– nerosidad y fervor? ¡ Dios lo sabía bien! Sobre las cabezas inclinadas sonó un golpecito, dado por el P. Superior con los nudillos de su mano en la ma– dera del reclinatorio corrido; varias docenas de manos derechas salieron entonces de debajo de los mantos, se llegaron a la boca, y trazaron sobre los labios una peque– ña cruz. El P. Fidel hizo como todos; y empezó a rezar lo mejor que pudo la oración preparatoria que cada uno había de musitar para sí: «Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de toda cla– se de pensamientos vanos, peligrosos o ajenos; ilumina mi inteligencia, inflama mi afecto, para que sea capaz de recitar digna, atenta y devotamente este Oficio, y merez– ca ser escuchado en la presencia de tu divina Majestad ... » Trató de recitar bien esta oración, porque sabía que de su buena recitación dependía en gran parte el que sa– liera como Dios quiere el siguiente rezo coral. ¿No sería verdaderamente lamentable que, rip,on,wc de hacer el sa– crificio de ir al coro en aquella hora, se dejara que la la rutina y el solapado afán de acabar pronto, lo echaran casi todo a perder? Había que mantenerse en un continuo esfuerzo de generosidad. 16

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