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a su conjuro se movilizaron muchos espíritus de calidad, que fueron llevando luego grandes masas juveniles hacia el heroísmo y la muerte, hacia una gigantesca resurrec– ción de España, con su hablar de estrellas y su evoca– ción de amaneceres, primaveras y luceros. Claro que tan logrado repertorio de hermosas palabras hubiera resul– tado mezquinamente eficaz de no habérsele distribuido alrededor de cosas sustanciales, muy urgentes, y tremen– damente serias: la resurrección a fondo de una Patria, la conquista del Pan, la implantación de la Justicia y el po– ner a España en forma para las altas empresas de signo universal que habían de sobrevenir. El P. Fidel de Peñacorada había soñado en más de una ocasión con levantar dentro del orbe que podemos llamar eclesiástico-divino un cálido viento de ilusionada, generosa y esforzada actividad, semejante al que había soplado en otro orden sobre la mustia alma de España has– ta hacerla sentirse con bríos para lanzarse a una Cru– zada agotadora y descomunal, de la que sólo iba resta– bleciéndose a fuerza de rabiosa energía. Aquel nuevo es– tilo - mezcla de poesía y rigor intelectual, de norma e ímpetu - con que las nuevas generaciones españolas ha– bían empezado a conocer, amar y servir a su Patria, ¿no podía trasladarse al plano espiritual donde las almas de– ben sentirse en milicia al servicio del Reino de Dios en la tierra? Las cosas sustanciales (muy urgentes y tremen– damente serias) que amar y defender, que vivir y dilatar, lejos de faltar aquí, abundaban sobre toda ponderación. Pero era preciso transirlas de hálito poético; hacerlas apa– recer con una incitante novedad que despertara hacia ellas los mejores entusiasmos e ilusiones de las almas en trance de juventud. Aun las cosas más grandes y her– mosas acaban dando la impresión de ser vulgares y abu– rridas si no se las sabe revestir con el cambiante estilo de una actualísima novedad. Al llegar a este punto de sus reflexiones, se acordó el P. Fidel de algo que había leído en « La esfera y la cruz,,, de Chesterton: « El cristianismo está siempre fuera de la moda, el cristianismo siempre es cuerdo, y todas las son insanias (locuras) agradables. Cuan- do Italia enloquecía por el arte, la Iglesia parecía dema– siado puritana; cuando más tarde Inglaterra enloqueció 13
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