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84 P. PÍO DE MO;-;DREGA?--:ES Analizando las actas de los Concilios ecuménicos se puede ir espigando la doctrina teórica y práctica refer'ente a las l'.vlisiones. Es un trabajo que to– davía no se ha hecho con la amplitud debida, y espera la paciencia y la com– petencia de los investiuadores. En nuestro breve trabajo intentamos solamen– t'e indicar lo que el Concilio Vaticano hizo en este sentido. FASE PRELIMINAR OEL CONCILIO. Los Concilios ecuménicos, como cualquier otro hecho importante, tienen una historia propia, no sólo en, cuanto son hechos reales, sino también en sus antecedentes, causas, efectos e influjo. El canocimiento de esa historia es necesario para el que quiere comprender bien las conclusiones o definidon'es de la asamblea conciliar. Está fuera de los límites de nuestro trabajo narrar la inter"esante hbtoria del Concilio Vaticano, pero creemos oportuno y útil trazar aluunas pinceladas en el cuadro de su fase preliminar. Pío IX (1846-1878) es uno de los Pontífices extraordinarios y providen– ciales que en la historia de la Ig,lesia ha dejado un recU'erdo indeleble. Su pon– tificado fué uno de los más largos y memorables por los grandes aconteci– mientos y por la fecundidad sin igual en lo referente al douma, a la moral. nl culto, a la j'erarquía, a las instituciones, al apostolado, a fa piedad y a la beneficencia. Dió un nuevo im,pulso1 a la vida religiosa y civil, comunicó nue– vo esplendor a la Santa Sede, defendió con energía los derechos de la Iglesia contra masones y revolucionarios. Por cinco veces reunió cerca de si el epis– copado de todo el mundo y mediante frecuentes pereurinaciones; y continuas exhortaciones se conservó en contacto con toda la cristiandad. Pero se rncu•erda principalmente su glorioso pontificado por la celebra– ción del Concilio Vaticano, qu~ fué uno¡ de los mayores acontecimientos del :;iulo x1x. Como faro esplendoroso proyectó rayos de luz para disipar los errores y sofismas contemporáneos, corregir las d'epravad:1s costumbres y de– finir dogmas. Cuando habían pasado ya tres siglos después del Concilio de Trento (1545-1563), el gran Pontífice de la Inmaculada, el día 6 de diciembre de 1864, manifestó bajo riguroso s'ecreto a los cardenales de la Sagrada Congreuación de Ritos el deseo de celebrar un Concilio ecuménico. Cada uno, después de serio examen, debía enviarle por escrito su parec'er. Después de algún tiempo extendió a los demás cardenales de auria su proyecto. Dos meses después estaban ,¿n manos del Pontífice las respuestas de 21 cardenales, los cuales aprobaban plenamente la idea del Papa, excepto dos, a quienes parecia peli– grosa la celebración. Un Concilio especialmente gen'eral requiere una diligente preparación, si se quiere que resulte fructuoso. Para ello Pío IX constituyó luego una Co– misión preparatoria de cinco cardenales, que fueron Constantino Patrizzi, Carlos R•eisach, Antonio María Panibianco, José Andr,és Bizzarri, Próspero 1179; Lateranense IY, 1215; Lngdnm'nse I, 12,13; Lugdunense II, 1274; Yicnense, 1;n1-1;n2; ConstanC'ic11sl', 1414-1415; l<'nruriPnsP-Flormtino, 14:18 (Ferrara, 1438- 14:m; l•'lorencia, 14:m-144;¡; Roma, 144:l-1445) ; Lateranmsp Y, 1512-1517; 'rriúcn– tino, 1545-1503; Vaticano, 18(i.\l-Ui70.
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