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80 observaban el celibato y si tenían deullci,in a fo Virgen Santísima (30i. El pueblo ibero propagó la devoción a la Virgen Inm3culada en el Nuevo Mundo. Mision'eros, navegantes, conquistadores y pobladores, que desde el regazo materno aprendieron a amar a la Virgen, comenzaban las empresas americanas en el nombre de Dios y de Nuestra Señora. Infundieron en aque– llas masas die indios convertidos a la fe el amor filial a Santa Iv1mía. En s.u hono.í:' levantaron altares, templos, santuarios y edificaron pueblos y ciuda– des. Dice el padre Bayle que la mayor parte de los santuarios marianos de América se relacionan con los santuarios de España (31), porque los espa– iiol•es procuraban difundir la devocién a la Virgen bajo las advocaciones que veneraban en la madre Patria. Los españoles llevaron también la devoción a María a las islas del Pacifico, principalmente a las Filipinas, donde se ve– nera a la Virgen en multitud de santuarios, los cuales ti•enen su historia de gracias, de amor y de gratitud. Por la historia de las J\,lisiones se puede comprobar que los misioneros han procurado¡ propagar la devoción a la Virgen María bajo los títulos o ad– vocaciones especial•es que se veneran en sus respectivas Ordenes o Institutos. Así, por ejemplo, los mercedarios, a Nuestra Señora de las Ml'rcedes; los dominicos, a Nuestra Señora del Rosario; los franciscanos, a Nuestra Se– ñora d'e los Angeles (Porciúncula) y a la Inmaculada Concepción; los car– melitas, a la Virgen del Carmen; los agustinos, a Nuestra Señora del Buen Consejo; los capuchinos, a la Divina Pastora de las almas:; los pasionistas, a Nuestra Señora de los Dolores; los redentoristas, a la Virgen d~l Pcrp•etuo Socorro; los salesianos, a Maria Auxiliadora; los oblatos, a María Inmacula– da; los misioneros de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, a N ues • tra Señora d'e Lourdes y a la Milagrosa. Así podíamos ir enumerando otros muchos ejemplos, pero bastan los citados para comprobar que los misioneros sienten el amor a María e inculcan su devoción a los p.:1ganos y neófitos, en cuyos corazones prende muy hondo y crece lozano, como en terreno fértil y virgen. Es cierto que los paganos no descansan todavía sobre su regazo' ma– ternal; pero, esto no obstante, María, como Madre universal y Pastora solí– cita, se desvela por ellos para que entren en el redil y conozcan al Bui'n Pastor qu·.c dió la vida por todas sus ovejas. ¡Oh Reina de las Misiones! Con vuestro poder soberano haced que brille la luz esplendorosa d'e la fe sobre todos los infieles, musulmanes, judíos, he– rejes y cismá.ticos, a fin. de que todos l'ntren en el arca de salvacion y perte,, nezcan al redil del Buen Pastor. Como J\,íadr•e de la divina gracia, derramadla a torrentes sobre todos los operarios evangdicos que, directa o indirectamen– te, trabajan por la extensión universal del reino d'c Jesús, vuestro divino Hijo. Dios Laga que, de un polo al otro de la tkrra, todos los liombres y todas las generaciones os adamen por Reina y Señora, para qne realm 1 ente se verifi– quen hs pa!dbras que una vez sé!licron de vuestros purísimos labios: Beatam me d1C, nt omncs gcncrationes. (;;t;J ('f. :\f. l'IERLUISI, l. c., vúgs. 175-17(1; La Vierge illaric dans les ,1Iissions, en Helhlerm, ID41, tomo XLVII, Immens(•e, 14H-151. (:ll) ('f. C. IhYLE, R. .T., F/anta :llaría en Indias. La deroei,ín a N11rstra F/eiíora y los des<'uliridores, 1·011<Juistadores u vol1ladores de _tmfrica, púgs. :mn-:no, Ma• drid, l!l2t-:.
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