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intercede no menos por los ,que ignoran aún l,aber sido redim:dos F'r Cristo Jesús que por los que felizmente gozan ya del beneficio de la Redrndon" (23). 2. En la uida del misionero.·~· i'viaría fu{~ l\fa<lre y ~J(aestra de los após- toh•s en el Cenáculo y en los prim'Cros tkmpcs de la naciente Igl::::sia; Ella es tambit'.n la l\1adre el Consuelo de los misioneros de todos los En las sde:lades, en dificultades, en los trnbajos, en las amarguras vida e"Uin ,,r'.uuros que h:1 de socorrerlos. A Ella acuden para arrunque las almas d,'. las manos de Satanás y las pongü a sus pies como trofeos de victoria. para qu';: interceda en favor de los pobres infieles y peca– dores ante el Padre~ dcs bs misericordias. En la vida de muchos misioneros es admirable la acci<n de Iviarhi, cuya protección hi;;o fecundo su apostolado. ¡ Cuúntos mision.:ros repetir lo q:.ic ct1\'nü1 de sí el doctor VI/u, embajador chino ante la Santa Sede. "Una vez· -dic.: --llorc:ba del:mte: de una imag~n de la Virgen, porque un amino mio no caLJ!ico me acompuñaba skm– p1'c ha,:ta la puerta de la pero no quería entrar en ella". El doctor \Vu, muy dn·otri de lVIaifa, dcscía entonces. "Vir¡¡en Santísima, dejo al amigo a Vu:,. Yo pul:Jo conducirle solamente hasta la puerL! de la iglesia, pero ha- cerlo entrar os a Vos". La Virgen entunces cumplió su parte y el amigo scs hizo cat61ico! . ¿Qué misionero no tiene qm: contar casos pro- videnciales de converi;iones en los cuales se manifiesta b interv'ención de rv":a:Ía' J. En les pueblo., c1·a11yc/i:::füfos. Todo buen hijo sknü, el amor hacia su madre, porqucs sal·'!? que en su c,1raz(m encu,:,ntra el cariño, la confüm;;a, la bondad y la misericordia. Lo mismo sucede al cristiano respecto a la Vir– gen, a quien cons:dcsrn como Ivladrl? llena de tunma y de bondad. En todos h.1s tiempos y en todos los continentes la figura ich:al de María causa simpa– tía y conmueve los corazones. Los primeros y rn~,s ,1rdientes devotos de I-viaría se educaron en el Oriente, como .\tanélsio, Gregc•rio N acianc's:no, Efrén Sirio, Juan Damasceno y otros muchos; en los monasterios griegos se dirigían a la Virgen JVIaria invocacio– nes misioneras como Toda Santa, la i\.dmira/Jlc, la que a iodll$ impera, cstc.; 1211 los mosaicos de muchas iglesias se representa ccn los brazos abi•ertos, rogan– do por todos sus hijos esparcidos por el mundo entero; en los templo:.; y .-iun en las casas de Rusia, hasta estos últimos años, se encontraban los iconos rle l\foría adornados de oro, plata y p'edrería. El Islam la respeta y la saluda con admiración, y en el Corán, en sus co– mentarios y en las tradiciones musulmanas, se encuentran muchas referencias a la Madre de Jestis (25). En Abisinia, en m•edio de un eclecticismo de doctrinas bizantinas, judías, musulmanas y cristianas, mezcladas con antiguas tradiciones etiópicas, se des– taca la dulce y pura figura de la Virgen,, que arrebata la imginacióru y el co– razón de los abisinios; y el culto y la devoción a la l\fadre de Dios florece ~n aquellas gentes separadas de Roma. En las fervientes comunidades cris•• (2:J) <'f. .l. .l.:..;., l02U, tomo XYI lI. púg. S:l. (24) Cf. STA:'ilSLMi LoKL\;',;G, ll r11lto della Jlado11na. in ('i11a, ('ll l'üa e l'rn– siero, junio UP l!J48, pág. ,331. (2:'í) Cf. ;¡. :\L .\Dll-I'.L-,TABIL. I'robl,"111cs de .llariologic en Tslam, Pll Bulle/in des .llissio11s, St. ,lndris (Bi•lgica). l!J4.S, torno XXII, púgs. 110-2:l.

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