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64 P. PÍO DE MONDR['GA;;-.;E3 de su inmortalidad: ¡ Oh descendientes de Adán! Le vate capii•e ¡,estra, quo– nia.m appropinquat rcdemptio vestrn (19). Alegraos todos y cantad con la Iglesia: A so/is orfos cardine - Ad 11sque terrae limitem ·· Christum cananms Principem --- Natum lvlaria V irginr (20). A este hombre qu'e aparece entre 1os mortales Dios le dió un nombre que es sohrc todo nombre, a fin de que ante el nombre de J•¿sus se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y en el infierno, y toda. lengua confiese que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre (21). Y, eh:ctivamente, no sólo los humildes pastores de las cercanías pasan a Belén para adorar al Rey recién nacido, sino también los I\'Iagos del lejano Oriente vienen a ofren~rle ricos presení.'es, cumpliéndose la profecía que dice: LePa in circuitu oculos tuos, el uide: onmes isti congre– [lilti s11nt, Pencrnnt libi: filii tui de i<mgc uc>rzicnt, et filiae tuae de latcrc sur– gen/. Tune uidebis, et af lucns, mirabilrJr et di/atabifor cor tllum qrwndo conucrsa fucrit ad te multitrzdo maris, fortitudo ycntium vcnccit tibi: lmmdatio camelornm operict te, dromcdarii lvladian et Hpha: omncs de Saba vcnient, ,;urnrn et tlms de[crcntes, et· lauclcm Domini a111mtia11tes (22). La litúrgica conmemoración de la fiesta d'e la Epifanía, o sea manifesta– ' ión de Dios a los gentiles, es esencialmente mi,;ionera. B) Ciclo pasrnal. - Del ciclo natalicio pasamos al péiscual. Para pa– sar de la Navidad a la Pascua la Iglesia ha querido fonm,r como una es– pecie dt: atrio antes del tiempo de Cuaresma por los domingos de Scptzwgé– :,ima, Sexag¡;sima y Quinql!agésima. Los tres Evangelios nos presentan una Yasta perspectiva de los tiempos que se aproximan. En el primero recibirnos la invitación de Dios para entrar en la viña dt: su reino; en el seuundo, el divino Sembrador arroja la semilla en el campo del mundo para recoger sus frutos; en el tercero viene b iLuminaciórr. espiritual simbolizada en la curación del ci'ego de Jericó. El tiempo de b Cuaresma está consagrado a la penitencia como una preparacicm necesaria para llegar a la n:novación espiritual de la Pascua. Pero, en un sentido litúrgico más profundo, se representa la lucha entre la luz y las tinieblas. En est'e combate podemos distinguir dos fases: en las dos primeras semanas vemos a Cristo y la Iglesia en actitud de tlefensa, venciendo las tentaciones del demonio; en las otrus dos suc';:sivas, atacando fuerte contra los en'emigos (23). El tiempo de Pasión está consagrado exclu– sivamente al recuerdo de los sufrirrlientos del Redentor. En los domingos de Cuaresma, al mismo tiempo que se exhorta a la penitencia y a la conversión a Dios, se pone también de manifiesto que su reino no, está d'estinado sólo a los hijos de Israel, sino a todos los hombres diseminados por el mundo. Entramos en el Sancta Santornm del año litúrgico, en la Semana Santa. Si bien en la liturgia s'e manifiestan lot1 sentimientos de dolor por lal Pasión del Señor, sin embargo, expresa también un tono de triunfo, porque: la muerte de Cristo está unida inseparablemente a la Resurrección. La obra r'edentora (1H) (20) (21) (22) (2:l) Luc., XXI, 28. l[111111111s ad Laudes. J'liil., I f, S-11. 1 s., LX, 4-G. Cf. l'ío F,rnscn, JJ_l11110 Lituryico, wrs. ita!., tomo III, púgs, 8, 13-14, Mi- lún, 1945.
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