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PROBLE',IAS MISIO:-.ALES 57 Desprovistos los misioneros de armas materiales manejan la 'espada del Es– píritu, que es la palabra de Dios (93). Las conquistas que llevan a cabo se realizan en virtud del Espíritu Santo (94). El Bspíritu Santo inspirador de uocaciones mLioneras.--A pesar d•e que en estos últimos lustros se han multiplicado mucho las vocaciones misioneras, tanto extranjeras como nativas, sin embargo, todavía es muy cierto que la mies es mucha y los operarios son po:::os (95). Hacen falta muchas vocacio- 11'es misioneras para tiaba;ar en la viña del Seiior. Pío XI, en la RPrum Eccle– siae, escribía: "Además, ya miremos la infinita extensión de las regiones que todavía no se han abierto a la cultm a cristiana, ya al inmenso número de los que hasta hoy están privados de los beneficios de la redención, ya las :-1ece– sidades complicadas con que tropiezan los misioneros, se ,·e que deben aunar– se los esfuerzos de lo.s obispos y de todos los católicos para que s'e aumente y multiplique el número de los embajadores sagrados" (96). El Espíritu Santo que guía la Iglesia y vela por sus necesidades inspira a muchas almas, multi– f ariam 11m/tisque modis. las vocaciones misioneras en las, Orden'es e. Institutos rdigiosos, en el clero diocesano, en los Institutos femeninos y aun entre los seglares de ambos sexos. Esos ideales misioneros, suscitados por el Espíritu Consolador y Santificador, es necesario fomentarlos, cultivarlos, orientarlos, ayudarlos y formarlos según la mente y los debeos de la Santa Sede. El mismo Pontífice estableció el Día de /:is uocacionE's misioncrns: "Es preciso ornanizar días especiales dt las vocaciones misioneras, con horas de adoración y sermones apropiados; y esto cada aiío, en todas las parroquias, en los coleuios, casas de formación de la juventud, en los Seminarios" (97). Cualquiera que sea el orig'en, la naturaleza y las manifestaciones de la, vo– cación misionera, será siempre el Espíritu Santo quien la suscite. La Divina Providc>ncia dispone y gobierna todas las cosas con rnbiduria y con amor. El Divino Redc>ntor podría repetir a cada uno de los mision\~ros lo que dijo a los apóstoles: "No sois vosotros que me habéis elegido, sino que soy yo quien os he escogido" (98). "Es muy consolador al espíritu sacerdotal comprobar ese vigoroso movi– miento de ansias de perfección que bulle prometedor 211 el seno de nuestra l\fadre la Iglesia. Se han desatado las pasiones en el mundo, pero el Espíritu Santo ba soplado con vehemencias pentecostales en corazones juvenil'es, que presentan con decisión batalla a los enemigos del espíritu de Cristo. No todo es ruido. Laicos y clérigos, sacerdot'es y religiosos se creen impelidos a la lucha. Sienten en sus venas un espiritual ardor inquietante, que de manera incoercible les mueve: a buscar un desahogo en la generosa entrega de sí mis– mos para rescatar de la ruina espiritual las almas de sus hermanos. Iles'eos de perfección y ansias de apostolado se funden maravillosam'ente hoy como nunca en tantos y tantos corazones, cuyo producto son esa floración ingente (U:l) B¡,h., Yl, 17. (()4) Rom., X\', lü. (()5) Lue., X, 2. (DG) A. A. 8., 1H2G, rnl. X.YIII, p:q;. 70. (U7) ('f. F/aeculo e.r·cunte, ,Ll., rn,10, mi. XXXII, púg. 25:l. (BS) Io.1xx., XY, 1G.
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