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478 P. PÍO DE MOc'JDREGANES también surgir las suyas. Durante este tiempo la civilización americana, abier– to su capullo, rompió a florecer en una espléndida primavera, que continuó pujante hasta casi finalizar el siglo XVIII (4). 3.• Al florecimiento de las nuevas cristiandades y al bu•cn gobierno de la Iglesia americana contribuyeron poderosamente las Juntas, Sínodos y Conci– lios diocesanos y provinciales que con relativa frecuencia se celebraban en di– versas regiones. En ellos se trataba de la lucha contra el paganismo, de la corrección de abusos, de los métodos d•e evangelización, de b disciplina ecle– siástica, de la administración de sacramentos, etc. (5). En Méjico se celebraron cuatro Juntas Eclesiástic21s, en 1524, 1532, 1539 y 1546, y cinco Concilios provinci3les, en 1555, 1565, 1585, 1771 y 1896. En Lima (Perú) se celebraron también seis Concilios provincial'Cs, en 1552, 1567, 1582, 1583, 1591 y 1601. El tercero fué presidido por Santo Toriho de Mo– grovejo y tuvo mucha importancia para la vida cristiana del Perú. Sínodos diocesanos tuvieron lugar en rli:éjico, Perú, Santo Domingo. La Paz. Paraquay, Puerto Rico, Cuba, Caracas, Chile, Bahía, Córdoba (Tucumán), Colom– bia, etc. (6). La obra mision'era de América fué verdadermnente gig:mtesca en exten– sión e intensidad. El estado floreciente de la Iglesia americüna nos le pinta elocuentemente monseñor Ignacio Montes de Oca, obispo de Potosí, con ~S– tas palabras: "Mientras la Revolución recorría la vieja Europa, tumbando tronos y derribando altares, y la vetusta Asia, en tinieblas de mu·erte, míse– ramente dormía, la Iglesia de América, ignorando estos desastres, servia a Dios y gozaba del beneficio de la paz. No era aqU'el mundo ignoto que pre– senciaba impávido los sacrificios humanos. De mar a mar y de septentrión a mediodía surgían ciudades y fortalezas que paran9onar se podían con las de España, Italia y Francia. Las basílicas, resplandecientes de oro y plata, oían resonar en sus muros el nombre suave del verdadero Dios. Santuarios insig– nes dedicados a la Reina d•el cielo predicaban la piedad de sus habitantes. Sus numerosos colegios, academias, escuelas, hospitales y monasterios atestigua– ban la libertad de los pastores y de su grey. Pero lo que es más todavía: Cristo vencí:i, Cristo reinaba, Cristo triunfaba (7). 2. Conveniencia de un Concilio plenario.-Las regiones de América lati– na poco a poco se fuerc,n desli9ando de la Madre Patria y se transformaron en Estados independientes. No faltaron guerras y luchas. fratricidas. Las id-eas revolucionarias y subversivas de Europa atravesaron los mares y perturbaron la paz religiosa de los pacificcs y creyentes habitantes de aqu•ellas inmensas (4), Cf. P. ANT0XI0 DE BAI!CELOXA, Bl cardrnal Vires y el (!01wilio plenario latino• wmcricano, en Estudios Franciscanos, 1!)14, tomo XII, púg. :m; P. JHoN'L\LB,lN, obra dtada, pág. B,'18; .T. SPECKEI!, S. l\I. B., Die llfissionsmetholle in Hpanisch-,{merika im 16 Jahrhnndcrt, mit Besonderer Beriiksichtigung der J(on:::ilier, mid Synoden, pági– nas 1-15. Schiineck-BeckPnried (SC'hweiz), l!J5:l. (5) C'f. J. SPECKER, o. c. (G) P. G. RmnrnrrncnrncnEN, O. l\L l., y l\IoNs. S. I'AVENTI, Elrnco Bibliografico dei Sinodi e Concili Missionari, en Bibliografía Jlissionaria, año X, 1942. Appendice, págs. 118-135, Roma, l!J4H; P. TEnMoz, <'Il Dict. de 'l'héolog. Gatholic. art. Amérique lat-ine, fase. IV, C'ül. lO!ll y lO!JG, París, l!JO!l. (7) Cf. Acta Oonc., torno I, púg. LXXVIII, Roma, l!JOO.

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