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PROBLEMAS MISIONALES 475 Adviento, cuar•enta, y otros cuarenta para las fiestas de San Pedro y San Pablo. La mayor parte de estos ayunos son sin aceite, usando solamente sal, y en otros días se come el grano cocido por la dificultad de molerlo. No digo esto ,por vanagloria propia, sino más bien para dar a conocer el mérito del difunto y d'e los otros misioneros, como también para desengañar a algunos religiosos de Europa, los cuales temen ir a las l\'1isiones por el escrúpulo dt: faltar al voto de pobreza" ( 44). La fama de santidad del Massaia andaba creciendo de día en día, tanto en Abisinia como en Europa. Infiel'es y cristianos le veneraban como un santo; pero él siempre se conservó humilde, sencillo, pobre franciscano, tanto en la Misión como en su demora en Frascati, después de haber sido el'evado a ia dignidad cardenalicia. En la más escuálida miseria, en las angustias de muerte, en las prisiones y destierros, en t:l éxito de su apostolado y en demostración de gratitud a los pueblos, bajo la confianza de los grandes y bajo la púrpura cardenalicia, fué siempre igual a sí mismo, siempre humilde, siempre bonda– doso, siempre caritativo, si'empre hombre de fe y de confianza. Con este espíritu, con estas virtudes, con estos trabajos, logró recoger co– piosos frutos en la viña del Señor. Además de las 36.000 personas que él bau– tizó con sus manos, ¿quién puede contar las innum·erables que con la predi– cación y con el ejemplo elocuente de su vida atrajo al redil de Cristo? (45). Entre los muchos testimonios que pudiéramos citar en favor de la santi– dad de este apóstol franciscano, cito sólo •el de su secretario particular, padre Jacinto de Troina: "Ninguno mejor que yo-escribe--, que conviví varios años a su lado en la más filial intimidad, pudo conocer las dotes, los méritos, las virtudes, la grundeza, la santidad de aquella hermosa alma. Después de es– tos honores bi•en merecidos, le deseo otro, y conmigo todos cuantos le apro– ximaron, es decir, el honor de los altar'es. Y yo tengo la esperanza que como el Señor le habrá glorificado en el cielo, a su tiempo lo glorificará en ia tierra" ·(46). Creemos que es objetivo el juicio dado por 'el cardenal Capacelatro sobre l\iJ.assaia: "De San Pablo imita el fervor del apostolado, el ánimo invicto, la santa audacia y la tranquilidad en los mayores peligros, ,. Las dos almas se parecen y también las dos vidas. El uno y el otro siempr'e en movimiento para f1anar almas a Cristo; el uno y el otro en prisiones, azotados, encadenados, Pn peligros de naufragio, conducidos en presencia de reyes, infi'eles para dar cuenta de ia fe cristiana... Entrambos ardientes confesores de Cristo y en todos los momentos d'e la vida dispuestos a morir por él. Massaia tiene tam– bién mucho de San Francisco.,. La vida del po uercllo la manifestó en la po– breza, en la sencillez, en la dulzura de su comportamiento de modesto fraile, que unía la humilde cu'erda con los esplendores de la púrpura. Cuantas veces lo veía se me representaba en la mente la imagen del apóstol y del fraile: mi– rándole, mi pensamiento volaba a San Pablo y al seráfico poverello de Asís" (47). ;(44) Cf. T1mzomo. o. c., púg. 17G. (45) (:f. GFI\TILE, o. c., pág. 413. (46) Cf. IIM., pág. 4ií3. (47) Cf. CARD. ALFO;';'SO CAPECELATRO, Ancn. DI CAPUA E BIBLIOTECARIO DI S. ROMANA CnIEsA, NU<;vi Discorsi, Omelie, Lettere Pastorali, págs. 17-20.

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