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PROBLEMAS MlSION.'\LES 471 de Umberto I, en una carta a Massaia, que recibió cuando era prisionero del Ati Joannes, le instaba a estipular un tratado de amistad entre Italia y el reino de Scioa. Como católico y como italiano, sintió el doloroso contraste de una Italia dirigida por una política de las logias y de los partidos liberales en oposición de la Iglesia católica. Massaia fué también un admirable estratega en el campo mision'ero y supo adaptarse al ambiente y a las necesidades para hacer más eficaz su apostolado. Firme en sus principios, rígido en la observancia religiosa, amante d•e la Igle– sia y de la patria, se adaptó con sabiduría y prudencia a los usos indígenas. Los amigos le acogen cordialmente, y la natural generosidad de aquellas gen– t•es amigas se desborda en banquetes. La cocina primitiva y picante, los cum– plimientos interminables, etc., etc., causan una especie de suplicio al sencillo misionero capuchino. Pero por el bien de la Misión es necesario aceptar y a su v•ez invitar. Massaia, para corresponder y ganarse los ánimos, no rehusa ofrecer un banquete de cuatro días a unas 500 personas. "Desde entonces -escribe el mismo--empezamos a vivir seguros, porque el galla invitado al banquet'e, que ha pasado una noche en una casa, contrae una verdadera y leal amistad con aquella familia, y por esto solo se considera en el deber de defenderla en cualquier ocasión; y en verdad que difícilm•ente falta a su fide– lidad o traiciona" (36). El misionero debe estar pronto a hacerse todo para todos, es el enviado de Dios que s'e adapta y acomoda a todo lo que no es contra el dogma y la moral. Sabe hablar con los grandes y humillarse con los pequeños, adaptarse a los oficios más humildes que la necesidad impone. Aprende los usos y cos– tumbres, estudia las lenguas indígenas, r'esponde a las preguntas de los hom– bres científicos. Toda esa condescendencia, ductibilidad y adaptación debe subordinarse al fin principal del misionero, que es penetrar ~n las inteligencias de los indígenas, atraer las simpatías, ganar las voluntades, salvar las almas, llevarlas a Dios. El método misionero de Massaia es precioso: bajarse a los pequeños para ~levados hasta nosotros. En sus conversaciones con el padre León decía: '·Carísimo padre, para levantar y civilizar esta gente tenemos que. humillarnos, darles la mano y estrechársela fuertemente, a fin de que no huyan: afectar un air'2 de gravedad y de indiferencia, aisbrse de elios, no cuidarlos o des– preciarlos, son graves defectos del misionero y le hacen odioso a todos; por– que no hay que creer que estos pueblos no tengan amor propio y no conozcan quién les ama y les rcsp'eta" (37). Su método no era irritar o exaltar al adver– sario, sino aproximarlo y convencerlo con las armas de la caridad y de la dulzura. Massaia sabía mostrarse fuerte y dulce, simple y persuasivo, generoso y activo, paternal e insinuante. Se adaptaba al amhi'ente, a las circunstancias, a las personas, a los poderosos y a los débiles. Su estrategia era sobrenatural como la de San Pablo, es decir, hacerse todo para todos, a fin de ganarlos a todos para Cristo. (36). Cf. M:ASSAIA, Memorie, tomo III, pág. 68. (37) Cf. Ibíd., tomo V, piíg. 103.

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