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PROBLEMAS MIS!Oi'1ALES 46] sidera digno de tales honores, pero el Papa le dice después: "Tú debes estar contento porque •estoy contento yo, y yo estoy contento porque entre las di– versas promociones la que más agrada al público es la tuya" (24). Honrado con el capelo cardenalicio continuó viviendo la vida de humil– dad, de retiro, de piedad y de trabajo en la composición dei sus Memorias, hasta qu"e, a los ochenta y un años de edad, el 6 ele agosto de 1889, dulce y serenamente entregaba su alma generosa a Cristo Redentor en San Jorge a Cremano, cerca de Nápoles. Con motivo de su fallecimiento 'escribía el Osservatorc R.omano: "Con la muerte del cardenal Massaia desaparece una de las más grandes figuras del Sacro Colegio, uno de los campeones más venerandos d'e la Iglesia, uno de los hombres más ben'eméritos de la humanidad" (25). Y la Civiltú Cattolica: ''El cardenal Massaia en una gloria de la Iglesia, por cuya dilatación trabajó con el celo de un apóstol por siete lustros; una gloria d'cl Sacro Colegio, que edificó con la santidad de su vida, con la devoción al Santo Padre; y una glo– ria de Italia, que honró con la firmeza de carácter, con la rectitud del alma y con la profunda y sana doctrina" (26). Sus despojos mortales fueron colocados prim'eramente en la sepultura de Propaganda Pide, en el Campo Verano, trasladados más tarde, con anuencia de León XIII, a la iglesia del convento capuchino de Frascati, sobre cuyo se– pulcro se erigió la artística y 'expresiva estatua del célebre César Aureli, en la que se contempla al gran apóstol de Etiopía. De ella escribe Egilberto Martire: "rvfassaia, nombre y símbolo: en la paz y en la guerra, en las horas de alegría y d•e aflicción, la imagen luminosa del capuchino ardiente, sus ojos profundos, su cándida barba, su hábito gris, marcado con la púrpura, han uni– do las gentes de Italia y de Etiopía, a los cristianos y a los infieles, a los blancos y a los negros en una voluntad sola de reconocimiento y de venera– ción. La tumba de Massaia a la falda del Túsculo acoge visibl•emente los pe– regrinos de dos tierras lejanas, que Massaia une en el corazón, y los doce volúmenes de sus Memorias reúnen los documentos singularísimos d'e los treinta y cinco años de su implacable pasión" (27). La gloriosa tumba de Massaia es objeto de veneración para todos. Nume– rosos visitantes de todas clas'es suben al convento capuchino para visitar el sepulcro del misionero heroico, entre los cuales se cuenta también el Negus Hallé Selassié. Las habitaciones, pobres, que por varios años ocupó, santificadas con su asiduo trabajo y fervient'es plegarh,s, están convertidas en museo etiópico– massaiano. En este rapidísimo vuelo biográfico que acabamos de hacer se nos pre– senta la figura de l\fassaia como un cuadro policromado; aparece como un hombre extraordinario, fuerte, audaz, conquistador y apóstol. Mucho se po– dría d•ecir sobre su personalidad apostólica, pero, por falta de tiempo, seña– laremos solamente algunas de sus cmacterísticas misioneras. (24) ('f. l\L\RTI:'.E, o. c., púg. 1\l4. (25) L'Osserratore Romano, lSSD, D de agnsto, pág. l. (2G) Cf. Oirfüiz Cattolica, 188!), vol. XIV (:l), púg. 621. (27) Cf. l\L\RTIRE, o. c., púg. YII.

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