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466 P. PÍO DE MONDREGANES zas adquiridas y los días de vida que aún me restan los consuma en el bien de las almas dte aquellas lejanas regiones, heme aquí pronto,... " Me levanté con los ojos llenos de lágrimas y con el ánimo dispuesto a seguir ciegamente la divina voluntad" (21). Los superiores de la Orden le mandan escribir sus Memorias históricas, y León XIII, de un modo delicado y elegante, confirma el mandato dedicán– dole los siguientes dísticos de su hermosa musa horaciana: Coelcsti cloquio Acthiopum [era pector:a frangís: Nlox, bonus ut pastor, Christi ad ovile trahis. Qrrid, [ateant tua facta, rogas?, !!!ligare labores Pro sancta ex::mstus rcli,qione, illvat. Di[ficilcs pugnas, magnalia prodcrc Christi Ve.,:ilfoque crucis parta trapea itwat Fere, agP: r:wsta liber:s memori concrcc!e papyro: Et tiza late hominwn fama per ora volet, Executiatc¡uc alias, mircqHc inccndat eamdem Carpcrc ma,qnanimos, te praccrm'c uiam (22). Después de breve demura en Roma, parn secundar los deseos del Papa y de los sup'eriores, y por consejo de los médicos, se retira al convento de Fras– cati, n!ya soledad y aire favorecían su quebrantada salud. Los habitantes del lugar le reciben con este saludo: Africae redemptorem Tasculani catholici honoran/. El venerable anciano, qu'e h2bía rehusado có– modas habitaciones en Roma, se reti'ra gozoso a una pobre y humilde celda capuchina, cuya austeridadd hoy día se puede contemplar todavía, y ordena que se le trai'e como a los demás hermanos del convento. Con estilo sencillo y ameno, lleno de interés y de doctrina, escribe para enseñanza de la posteridad los doce volúment>s d·e sus Memorias sobre !os treinta y cinco años de apostolado en la Alta Etiopía, que son un monumento perenne de su actividad apostólica y de sus heroicas hazañas. En los ocho años que 1·eside en el pobre y solitario convento de Frascati recibe al ministro Villa y al coronel Baratieri, que le ofrecen la cruz de San Mauricio y San Lázaro, la cual humildemente rehusa, diciendo que la cruz que él había deseado 'era la del martirio. En agosto de 1864 recibía también al cardenal Simeoni, que le comunicaba su elevación a la púrpura cardenalicia. No obstante su resistencia, León XIII le obligó a aceptar el capelo, y en el Consistorio del 13 de noviembre de 1884 hizo este espléndido elogio del nu'evo cardenal: "Venid, oh hijo de San Francisco, que las largas e inmensas fati~ gas sufridas entre gent'es bárbaras por la propagación de la fe han hecho vues~ tro nombre venerado y glorioso; con el esplendor de la púrpura romana di– fundiréis más viva la luz de aquella vida apostólica, de la cual habéis sido nobilísimo ejemplo, mostrando al mundo que lo desconoce cuánto bien pu·ede merecer de la verdadera civilización un humilde alumno del claustro animado del espíritu de la caridad y de la religión d'e Cristo" (23). Massaia no se con- (21) C'f. Ibíd., tomo XII, pág. 145. (22) Cf. l\IARTINE, o. c., pág. 191. (23) Cf. LORENZO GE!'."TILE, I/A_postolo dei Galla o Vita del Card. G. Massaia., pág. 418. Turín-Roma, 1931.

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