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464 P. PÍO DE MONDREGANES que seria inútil la resistencia por parte de Teodoro, como realmente poco d-espués sucedió. Como el pérfido Salama había muerto en octubre de 1867, los n11s1oneros se consagran más tranquilos al apostolado en la región de Scioa. Con la esti– ma de la Corte, los misioneros ganaron también la de los indígenas. Obispo y misioneros trabajan incansables en los minist~rios sacerdotales y en las obras de caridad, particularmente la medicina, que tomó un incremento especial con la cura de algunas enfermedades locales (16}. Massaia trabajó incansable durant'e once años (1868-1879) en la región de Scioa, donde construyó varios Centros de apostolado. Fundó la floreciente Misión de Fínfinni, donde, en 1892, Menelik construyó lc1 capital de su im– perio: Addis Abeba. Los Centros misionero$, tanto en Gudrú como en Scioa, anm'entaban continuamente, recogiendo abundantes frutos evungélicos. Después de la muerte de Teodoro, tres pretendientes se esfuerzan por con– quistar el imperio abis,nio: Uqum Gobesié, gobernador del Tigré; B'esbes Cassa, que ocupaba el Norte de Abisinia, y Menelik, rey de Scioa. Besbes venció al primero y fué coronado emperador con ti nombre de Ati Joannes por el obispo de Alejandría, Abuna Athanasios. Luego obligó a Menelik a una paz humillante, pu'es debía renm,.ciar al título de emperador y obligarse a expulsar a los misioneros de Scioa. Llegó la hora del destierro definitivo, se han pasado treinta y cinco aiios de trabajos, de tristezas, de sufrimientos, de alegrié1s y satisfacciones; s'e han ya formado numerosas familias católicas, las Misiones florecen en aquel vas– tisimo territorio, pero el pastor, que cuenta ya s•etcnta años, tiene que aban– donar a sus ovejas, dejar el campo cultivado con tantas fatigas. Desde el día en que recibió la noticia de su destierro narra él mismo que se apod•eró de él tal melancolía que caminaba como un hombre que llevan r1l patíbulo. "Desapareció de mi corazón y de mi alma aquella energía que nunca j::imás había perdido, ni aun en las más graves Cc!lamidades y persecuciones; perdí el sueño y 'el apetito, y empecé a sentir verdaderamente el peso de los años, de las fatigas y de los sufrimientos" (17). Con las lágrimas en los ojos se despide de su amada Misión, se abandona a la escolta imperial, viaja por tierra, desiertos, :itraviesa zonas infestadas d'e lns fiebres, llega al confín etiópico y el ras Aria tiene la orden de hacerle pro– seguir por Matamma y 'el Sudán, y, comunicándoselo, dice: "En Sudán os esperan las fiebres, y el emperador lo sabe; la vía de Matamma está llena de rebeldes, los cuales no tendrán escrúpulo en ataros, despojaros y haceros mo– rir en una gruta, y el emperador lo sabe. Yo nada puedo hacer contra la vo– hmtad imperial. ¡Animo!, sois prisionero por la fe y hombre virtuoso, el Señor os ayudará y os salvará d'C las fiebres y de la muerte. Os deseo un buen viaje" (18). El enemigo no se atrevía a matarle por no aparecer cruel ante las poten– cias europeas, pero deseaba que muriera en 'el camino de privaciones o de (lG) Cf. G. MARSAIA, Memorie, tomo IX, púg. 49. (17) P. ILARI:'iO DA l\IILAX0, 0. 1'. :\I. CAP., Profilo storico del, Card. Ouglielmo Jíassaia, en La F/cuola Cattolira. Ridsta di Scienze RPligiosc !'(li'tll per eura del Seminario Areiv. l\Iilanese, rn:m, tomo LXVII, pág. 49. (18) Cf. G. ],',rnrnA, Le Lettere del Card. G. Jfassaia, págs. 31-32, Turín, 19:37.

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