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PROBLEMAS MISIO:,.i.l\.LES 461 Finalmente, el 21 de noviembre de 1852, fiesta de la Presentación de María en el Templo y, según el calendario abisinio, 12 c:le Eddar, fiesta d'e San Mi– guel, después de seis años de viajes por tierra, ríos y mares, por montes, valles y desi'ertos, entre enemigos y asechanzas, con privaciones y enfermedades, va a posar sus pies en la tit:rra prometida, en el país de los galla. De ella le se– para solamente el río Abbai, afluente del Nilo Azul. que, por la abundancia de agua y falta de medios, el mercader señor Bartorelli tiene que pasar a nado. Llegando con dificultad a la otra orilla, besa la tierra, se despoja de sus ves– tidos de mercader, se viste de monj¡: abisinio, eleva sus manos al cielo y canta d himno del agrad'ecimiento: Te Deum laudamus. Los acompañantes, llenos de admiración y de entusiasmo, reconocen al obispo católico, al pastor de sus almas, al enviado de Cristo, y se ofrecen a seguir al Abuna Mesías y a trabajar con él por la conversión del país galla (10). La mañana sigui'ente el obispo l'viassaia dice la primera misa en tierra galla y da principio a s.u apostolado en aquella vasta región que la Iglesia ha con– fiado a su solicitud pastoral. Superadas no pocas dificultades materiales, s~ aumentan las morales. Entre aquellos pueblos paganos se ha extendido también la her'ejía abisinia y el islamismo. Reina la superstición, la poligamia, el divorcio, los vicios más degradantes. El misionero se encontró en un mar de fango y con adversarios astutos: magos, saC'erdotes, monjes, que se aprovechan dé la ignorancia del pueblo. Massaia y sus compañeros de Misión, el clero indígena y los catequis– tas por ellos formados ejercen un intenso apostolado en el Gudrú, Ennerea, Lagamara, Chera, Kafa y otros países del vasto vicariato. La Misión va to– mando si'empre¡ mayor incremento, las gent~s concurren numerosas a recibir el bautismo. Prínicpes y pueblos le escuchan, le veneran y se convierten. Entre los lobos el manso cordero camina y avanza sin usar violencia contra los ad– versarios. En poco tiempo debe asistir a siet~ mil convertidos y educar a un grupo de jóvenes indígenas aspirantes al sacerciocio. La mies es mucha, pero faltan operarios. PO'r maquinaciones de los musulmanes y de los santon'es del país el rey de Kafa, en 1861, le arroja de su reino con amenaza de muerte. En noviembre del mismo año el rey de Ennerea hac'e lo mismo, con pretexto de que en la Mi– ~ión había un depósito de armas de fuego y que podrían un día hacerse due– ños del país. Massaia pensaba regresar a Europa para tratar los asuntos de la Misión. que ofrecía un prósp'ero porvenir. Se confía con monseñor Felicísimo Coccino e informándose del camino que debía seguir. A escondidas de todos los de– rnás, hacia el fin de mayo de 1863, se dirige a la costa acompañado de Ab::i Miguel y de St'ephanos. Dejando el Gudrú y el Goggiam, penetra en la Abi– sinia insidiosa. En Nagala cae en las manos de los emisarios del belicoso Teo– doro, el antiguo Kassa. Le encadenan, le despojan de sus vestidos, dejándole 'en paños menores, bajo el frío y el fango de una noche lluviosa, y le condu– cen al campo del emperador, llamado el Nerón de Abisinia. Aba Miguel, Esteban y Massaia son presentados al emperador, que los (10) Cf. C. TERZORio, o. c., pág. 92,

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