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460 P. PÍO DE MO'-:DREG,\::,:rs se recomienda para que le conceda una medidna para curar una cierta enfer– medad que padece. Bartorelli le dice: "Tengo verdad'eramente la medicina, pero la he dejado en pueblo próximo; lo mejor será que permitan al joven Migu•el que venga conmigo para que se la traiga". Concedido el permiso de salida, la medicina llegó al monasterio, pero rvliguel se escapó a Alejandría, quedó libre y pudo llegar a ser sacerdote. En nueve días de viaje por el Nilo ll'egó a Asiut, encontrando en el tra– yecto eno·rme cantidad de cocodrilos que le caus::iban temor y espanto. Atra– viesa el árido desierto de la Nubia sufriendo continuam·ente el calor abrasa– dor, y una vez el hubud o huracán de arena, que le cubrió con todo su equi– paje. Con grandes fatigas llegó a Kartum, donde fué huésped del padre Zara, superior de los padres jesuitas, que entonces tenían aquella Misión. Después de breve r•efrigerio en la rvlisión católica prosigue su camino por Saba, Sen– naar, Roseres, Gadaref. Aquí pide hospitalidad a una familia de un rico copto, cierto Malim, que era tenido por hombre honesto. Hobitaba en aquella casa un amigo de la familia, el cual durante la conv'ersación con el señor Bartorelli manifestó que era Aba Daud, del monasterio de San Antonio, enviado por Salama para impedir la entrada en el país galla a un obispo católico llamado Abuna Mesías. Inconscientemente s•e había metido en la boca del lobo. Sin embargo, Bartorelli, con serenidad y prudencia, logró pasar por desconocido durante los tres días que moró en aquella casa, colmado de atenciones. Pasado 'este peligroso encuentro continúa su viaje a Doka, donde se viste de mercader árabe, y en compañía de unos comerciantes musulmanes, que le dieron no poco fastidio durante el viaje, logró llegar a Luka, donde, para no ser descubi•erto, se vió obligado a exponer sus mercancías: tabaco, az.ufre, tijeras, agujas, cuchillas, navajas y otros géneros de quincalla. Pero, por una parte, era poco experto en el comercio, y vendía sus cosas muy baratas; por otra, no sabía bien la lengua, po'f lo que suscitó sospechas entr'e los musulma– nes e intentaban indagar quién era y obligarle a confesar la fe musulmana. Rehusando hacerlo, los musulmanes empezaron a maltratarle, golpearle, etc. En tales aprietos Bartorelli grita: Kassa imut, por la muerte de Kassa, o sea el futuro emperador Teodoro, ya entonc'es muy temido. Esta fórmula significaba declararse súbdito. Providencialmente se encontraban allí dos soldados de Teodoro, los cuales le libraron de las manos de los musulmanes. Viendo t:l pobre misionero que por este camino tampoco podía entrar en la Misión, regresa a l'viatamma, atraviesa la región de A-rmacio, donde abun– dan las serpientes, leones y elefantes; después de varias etapas de camino logra Uegar a un pueblecito cercano a Gondar, pudiendo entrar con todo se– creto en la Misión lazarista. De Gondar, por la noche, se dirige a Amba Ma– riam y a Ifagh, mas he aquí que en el camino un guardia le intima a segurrle a Enferas y presentarse al nagadaras (jefe de aduanas), que le mete en la cár– cel, de ia cual se libra desembolsando 40 táleros. En Ifagh recibió la grata vi– sita del misionero padre Justo, en cuya compañía pasó algunos días. La demo– ra en 'esté! ciudad fué de grande alegría para el mercader Ba'rtorelli, que se ganó las simpatías de aquella gente hospitalaria y pudo instruir y bautizar al– gunos, El infatigable peregrino prosigue su camino hv.cia la meta, que está ya cerca, y llega a Zemié, donde se detien'e dos meses en casa del príncipe del lugar, \Vorkie-Jasu.
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