BCCCAP00000000000000000000392

456 P. PÍO !JE MONDREGANE:i sonríe, agonizando, ante la 'esperanza del Africa católica. Confortado el nue– vo misionero con las palabras y la bendición del Papa moribundo, se apresura a salir de Roma, temiendo qm.: a la muerte del Papa Cappellari nazcan difi– cultades políticas que no le permitan partir para su ti'erra prometida. 2. El misionero.-Está ya armado el nuevo caballero de la Cruz. Se han colmado sus deseos de ser misionero. Sigámosle en su vida apostólica. Primer !'iaje apostólico ( 4-VI-1846 -- IV-1850) .---Se embarca en Civita– vecchia, y, después de una br 1 eve parada en el convento de capuchinos de Malta, llega a Alejandría de Egipto, donde le esperan el cavass (adepto indí– gena) del cónsul general, el secretario d'el delegado Perpetuo Guaseo di Do– lero de Asti, el cónsul general sardo y el procurador de Propaganda señor Cerutti, quien le entr•ega tres mil escudos para la Misión. Arregladas todas, las cosas, sale con tres sacerdotes capuchinos y un hermano para El Cairo, con intención de proseguir su viaje por la via del Nilo y del Sennaar. Pero en esta ciudad r'ecibe orden de Roma que se vaya a l\tlassaua, donde el lazarista De Jacobis tendrá necesidad de él. De El Cairo se dirige con sus compañeros a Suez, y en débil barca van costeando la orilla oriental del mar Rojo. pasando por Tor, Rabbo, Gedda, ciudad musulmana, entre la Arabia Feliz y la Pétrea, sed\:: del gobernador de Arabia, donde les colmaron de ii:jurias y amenazas los peregrinos de la Meca. Después de peligrosa travesía llegaron a Massaua, en octubre .de 1846. Aquí se encontrnron al prefecto, señor De Jacobis, con cuya asistencia fué fácil pr'eparar el viaje. El 8 de diciembre, día de la Inmaculada, toda la caravana, compuesta de cerca de 50 personas, entre misioneros, siervos y ma– leteros, salieron en dirección de Gaula, en el Agamié. Después de s'eis días de penoso viaje llegaron a Gaula, clonde el fervoroso misionero lazarista ha– bía formado una numenisa cristiandad. "Cuando ll•egamos--narrn Massaia---, la numerosa familia de la Misión recitaba las oraciones de la noche: entramos en casa mientras terminaban el cántico del Pater Noster en lengua abisinia y en tono italiano. Aquel acord'e de varias voces, entre las cuales se distinguían graciosas y argentinas l2s de los niños, me pareció una armonía celestiál, y nuestro corazón, enternecido, se elevó a dulces y cristianas esperanzas" (7). Los indígenas se muestran fervorosos; la l'viisión, floreciente; la mies, mucha. Todos son coeficientes que aumentan los deseos de este divino impaciente que ansía llegar a cultivar la viña r¡ue Dios le ha señalado. Pero todos los caminos 'están cerrados a causa de la terrible guerra entre el príncipe Ubie, degiac del Tigré, y el ras Ali, jefe de Amara, pretendiente al trono del imperio. Además, Salama II, obispo cismático de Axum, en•emigo acérrimo de los católicos, enterado de que Abuna Mesías (así llamaba a l'vias– saia) había llegado a su feudo religioso, fulminó contra él la excomunión y publicó un bando prohibiendo dar hospitalidad a los misioneros y prometiendo un pr'emio a quien lograse llevarle la cabeza de l'vfassaia o la de algunos de sus sacerdotes. Era necesario esperar y s•1frir. Massaia, viendo la imposibilidad de atravesar la Abisinia y el peligro que tenía permaneciendo en la l\tlisión de Gaula, por el odio suscitado contra él (7) Cf. U. :\IASSAIA, Jlemorie, tomo T. p:'1g-. 4fJ,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz