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452 P. PÍO DE MONDREGA},ES apostólicos, lleno de las divinas consolacion'es, exclama: Basta, Señor; basta (60). Javier salió de Roma para el Lejano Oriente y desde allí volvía su mirada a Roma t61). Roma era para él, como para todo misionero, un faro de luz que irradia sus fulgores por toda la tierra. Es la Sede de los Vicarios d'e Cristo que deben dirigir todas las obras misioneras. De ella canta la liturgia: "O Roma felix, quae duonim Principum -- Es consecz-&ta glorioso sangui– ne! - Horum cruore purpurata ceteras - Excellis orbis una pulchritu– din¿" (62). Además, a Roma miraba Javier, porque allí había dejado a su amadísimo padre y amigo Ignacio de Loyola, a 4ukn amaba tiernamente y escribía de rodillas. Pablo y Javier son dos modelos d'e misioneros que conservan una perenne nclúalidad; dos hombres verdaderamente apostólicos que irrodian rayos de doctrina y de santidad; dos colosales figuras de la Iglesia misionera que con sus ejemplos estimulan a la juventud ardi'ente de nuestros días a dejarlo todo y partir a la pacífica conquista del mundo para Cristo, que dijo a, los apósto– les y a sus sucesores: Euntcs in m1mdum universum praedicate Evangelium omni creaturac (63). (GO) Cf. Jlonumenta Xareriana. - Bull. eanonizationis, tomo II, púg. 708, :\Ia– drid. l!l12. ((il) Cf. L. P.\STOR, Geschichle der PiiJJste. Y. B. 1'1111/ Ill (15.H-15\9), pá– gina 4:i4, Frilmrgo, UlO!l. (H2) Brer. Ho111a1111111, 2!) dP junio. Offic,. ,'IH. l'ctri et l'auli, llym1111s -in 1 i-csp. (O::¡ :\Lrnc., XYI, 15.

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