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438 P. FÍO DE MONDREGANES dos los indios y mandó que se les enviase de nuevo a sus tierras (51). Con •ese espíritu de caridad cristiana trataba a los esclavos (52). Con 1 d mismo es– píritu el austero Felipe II, por la cédula expedida en San Lorenzo el 19 de junio de 1590, o'fdenaba al presid'ente y oidores de Quito que se atendiese al buen tratamiento de los indios; y a las autoridades eclesiásticas y seculares encarga el aumento de las Misiones y el buen tratamiento a sus naturales para el logro de la exaltación de nuestra santa fe (53). En el mismo espíritu de caridad cristiana están inspiradas las Leyes de Indias y se celebraron las Jun– tas de Burgos, Madrid, Valladolid, Zaragoza, Barcelona, La Coruña, Granada, otra vez Valladolid y Barcelona, y Sevilla. 4. La ordenación cclesiéstica.-··Otra de las causas que influyeron mucho en la rápida evangelización del Nuevo Mundo fué la solicitud de la Santa S•ede y de los reyes de España en plantar la Iglesia con todos sus órganos necesarios para el rápido crecimiento. Los misioneros y l;,s autoridades civiles y eclesiástirns empezaron la formación de doctrinas, la construcción d•e igle– sias, monasterios, escuelé,s, colegios, parroquias y obispados. S'<'.gún el testi– monio de Solórzano, a los ciento cincuenta afies del descubrimiento d.:: Amé– rica habia ya sei9 arzobispados, treinta y dos obispado~ y más de 70.000 igle– sias. Y todos los gastos que esto suponía corrían 2 cuenta del Gobi•crno de la nación (54). Muchas cosas se podrían afladír sobre este argumento, pero carecemos de espacio. Quien desapasionadamente medite el cambio de América '.2n poco más de meJio sigio llegará a comprender la obra iniciada por los Reyes Católicos. La fe cristiana dulcificaba los pechos de los salw,jes y el bautismo de tantos idólatras los había convertido en hijos d'e Dios y herederos del cielo; las iglc– sbs y los conventos, las escuelas y los colegios eran focos de civilización y de cultura social; se habían abierto nuevas vías a la navegación y al comer– cio; la ganadería se había criado de raíz, la agricultura mejoraba, las indus– trias, antes infantil•es, ahora vigorosas y enriquecidas. En una palabra, una transformacion rápida y profunda en todos los órdenes de la vida civil y re– iigíosa. Sacerdotes, religiosos y seglares, que en masa atravesaban el Atlántico para el Nuevo Mundo, dirigidos por los Papas y por la Corona, en poco tiem– po levantaron un monumento perenne< con la civilización y cristianización de 19 repúblicas hoy católicas e independientes. Entre los muchísimos testimonios que pudiéramos é!ducir en favor de la evangelización de América por los españoles elijo solamente los dos sígui'entes ele escritores extranjeros e imparciales: Roberto Richard, sobre la obra misionera de España y Portugal ,~n d Nuevo Mundo, escribe: "Peu d'oeuvres, en effet, sont plus mal connues, peu /~il) ('f. W. Tn. \\'.\LSlf, o. e., púg. fi37. (i'í:2) C. ( 'o'i('OL<>fü OH> dít'(': "Es nn lwf'!10 c¡nP ahcma rnn<•ho Pll fann· dP los his¡>nnoamPri<'anos c!Pl 8nr ¡;J tratamiento suan', hnrnano y b¡;n(•volo que dan a sns Psclavos". J~I la:::arillo de cieuos ca111i11antcs ,lesde B11e11os Aires a Lima, fol. H, Oi.ión. 111::. (:í:l) ('f. Ih:n'iü:z. u. c.. p:'tgs. 2S-2H. (t)4) Cf. (;¡u,:x l'Hl"P, o. <'., p{igs. ~:~~-!2!~0.
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