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434 P. PÍO DE l\lONDREGANES Este espíritu m1s1onero pasó a las i:eales cédulas sucesivas, a las Leyes de Indias, se tenían en cu'enta en las g-raves resoluciones del Consejo, en las 2.ctas de fundación de ciudades, en la posesión de P.u'evas tierras. Los reyes, que por tres siglos empuñaron el cetro de la nación hispana, con hechos y pa– labras proclamaron que su principal intento era atraer los pueblos y conver– tirlos a nuestra santa fe católica. Así pudo la cruz redentora ondear en ios pendones de Castilla desde Nuevo Méjico a la Patagonia. La Iglesia católica triplicó los campos. donde el Padre de Familias miraba complacido el amari– llear de copiosas mieses. Esta es la gloriosa herencia mi~ion'era que los Reyes Católicos dejaron a España. IV. MtTODO DE EVANGELIZACIÓN. La historia m1s1onera de España demuestra evidentemente que los reyes, los obispos, los sacerdotes, religiosos y el pu•eblo correspondie'ron a los deseos y directrices de los Romanos Pontífices. Las emigraciones al Nuevo Mundo eran numerosas (35). Unos buscaban riquezas; otros, almas. España logró fundir en poco tiempo en un solo pueblo una gran parte d•e los aborígenes y de los colonos, disfrutando igualmente de los beneficios de la civilización y de la fe cristiana. lo que otras naciones más ricas no han logrado en sus colonias. Francisco López de Gomara, historiador d•e Indias, dice: "Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que ella, así en armas y en navegación como en la pr'e– dicación del Santo Evangelio y conversión de los idólatras; por lo cual son los españoles dignísimos de toda alabanza en todas las partes del mundo. B'i:n– dito sea Dios que les dió tal gracia y poder" (36). No creemos en la rectitud y honestidad de todos los que emigraban. pero tampoco podemos admitir las calumnias y exageraciones de los autores de la leyenda negra. El argentino Rómulo Carbia, después de un estudio crítico y documentado, termina con esta conclusión: "En virtud de todo lo que queda expresado, y que tiene su fundamento 'en cuanto figura en la parte vertebral de este libro, débese convenir en que la leyenda que le <lió tema es una autén– tica patraña que no puede tener cabida en ninguna m'ente culta, cualquiera que sea su posición ide0lógica. Esta es mi palabra final y la síntesis más cumplida Casas Jlam:'tbanla 'sa11ta'; Pl dominieo "\ndr{•s dP :Miranda, 'pJpgicla dP llios'; l'Pdro :\Iúrtir. '<':tida dPI e-ido; Cart agPrnl, 'l•11 tiPrt·a la ¡,rinwra -- y PU Pl eiPlo, la spgumla'; y Palafox, eomparúndola <'Oll :-la11'ta TPn•sa de ,frsús, Pscribía: ":-li la sm1ta lrnbit•ra ~ddo rPina, fnPra otra c:atúli<'a lsalwl; y t;i (•sta PRelarPf'ida vrinepsa fnPra rPligio:-;a. qm• biPn lo fn{, Pll las Yirtnd,•s. f1wra otra :-lanta 'l'er<'sa" (ef. l•'EI,WIA::,,o CERECE· U.\, :-;, .T., 8e111l,/a11::a es¡,iri111al de habel la C'atrílira.. ])Úg, 5, l\Iadrid, Ul4G). (:{í) "En nn siglo la pohlaeiún de Es¡,afia se rPdnjo a la mitad, a <'trnsa de la pmigraeiún al :\'np\·o :\Inndo, donrlP los m:'1s hraYos y llYPutnrPrns de sns l'ahallPt·os ac-udían ¡mra <'UPl' YÍetimas dP las fipbrPs o ele las flpchas indias, o pura ppr¡H'tnar la eiYilizaei{m dP GrPC'Ía y dP Homa PU nwdio dP las sPIYas amPriC'mrns. Lu fiebrr> (lP Pnd~ra<·iú1t fu(• tall iuh•nsa quP ~/)lo nnn gPnPraeiún d( 1 R1n1(•s qup Colón había ( 1 ~writo sus r.apsodias sobre Pl oro y la gloria, las C'iudadPs PS!)afiolas Pstahan casi dPsvo– liladas" (<'f. X. 'l'u. \Y.\LSII, o. r., púg. GSO). (::<,) lJ istoria de las Indias. tomo 22, ¡,úg. 2H4. Bih!i(ltPm dP Auton•s Es¡ia- ñok>, Ecl. Hivaclc•nc·.n-a, 18G4.-1880.
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