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32 P. PÍO DE MONDREGANES portancia y constituye una brújula orientadora en los caminos de las Misiones y en la teología mision'era. El mismo Pontífice, en otro documento dirigido a los obispos de Italia, Quanto conficiamur moerorr:, del 10 de agosto de 1863, dice: "Es a Nos y a vosotros conocido que quienes se hallan en la ignorancia inveIJJcible ae'erca de nuestra santísima religión, y que, guardando la ley natural y sus preceptos, esculpida por Dios en todos los corazones, y preparados a obed'ecer 1 a Dios, llevan una ,,-ida recta y honesta, pueden, con la ayuda de la luz y gracias di– vinas, conseguir la vida eterna, ya que Dios, que escruta las1 mentes, almas, p~nsamientos y hábitos todos, en su bondad y clemencia no consiente que de ningún modo nadie sea castigado con los suplicios eternos si no tiene reato ele culpa voluntaria. Mas, al mismo tiempo. es un dogma católico conocidí– ~imo que ninguno puede salvarse fuer.a de la Iglesia católica·· (4). En el Concilio Vaticano se plant•eó también el problema de la necesidad de; pertenecer a la Iglesia para salvarse. Fueron daboraclos dos proyectos so– bre la doctrina de la Igiesia, pero, como es sabido, d Cr,ncilio quedó s,usp'en– dido por causas ajenas al Romano Pontífice. El primero de• los proyectos se expresa así: "Es un dogma de fe que fuera d'e la Iglesia nadie puede salvar– se. Sin embargo, qui'enes ignornn invenciblemente a Cristo y a su Iglesia no han de ser condenados a los suplicios et'ernos por esta culpa, pues no están obligados por ello ante Dios, quien quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y que al qu•e hace lo que está de su parte no le niega la gracia para! que pueda conseguir la salvación y la vida eterna. Mas ésta no la consigue nadie que muera s2parado culpabl•emente de la unidad de su fe y, de su comunión. Quien no estuviere en ella perecerá 12n el diluvio. Por lo cual reprobamos y detestamos como impía e igualmente re~ pugnante a la razón la doctrina de la indiferencia religiosa... De igual modo reprobamos la impiedad de aqueilos que cierran •el reino de los cielos a los hombres, afirmando, con falsos pretextos, ser indecoroso o de ningún modo necesario abandonar la religión en la que uno ha nacido, ha sido educado e instruido, aunqu~ sea falsa; y recriminan a la misma Iglesia que profesa la única verdadera y que proscribe todas las otras religiones y sectas separadas de su comunión, como si alguna vez pudiera haber participación de la justicir, con la iniquidad, o de la sociedad de la lnz con las tinieblas, o unión de Cristo con Belial" (5). A 'este esbozo del decreto habian de corresponder dos cánones, 5 y U: ''Si quis dixerit, Ecclesiam Christi non esse sodetatem ad aeternam salutem consequendam omnino necess3riam; aut homines per cuiusvis religionis cultum salvari posse; anathema sit" (can. 5). Y el 13: ''Si quis dixerit, veram Eccle– siam, extra quam nemo salvos esse potest, aliam esse praeter unam, sanctam, catholicam et apostolicam Romanam: anathema sit" (can. 13). Pío XII. en la Encíclica Mysticí Corporis Christi, del 29 de junio de 1943, después d•e desear que los que no pertenecen a la Iglesia católica entren en ella para que tengan vida en abundancia, les exhorta a dejar aquel estado, en el cual no pueden estar seguros de su salvación, pues, aunque s'e ordenan al (4) IlE-'iZ., 1G77. (fí) Cf. :\L\xsr., Col/. Con<'., torno L, col. 418 a).
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