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PROBLEM.\S MISIO~ALES 421 !los a los cuales se dirigía, se debe buscar el error fundamental del método. Y quizá más todavía a la breve duración de las conquistas y de los triun– fos (50). Honorio III. dirigió una bub a los predicadores y frailes menores que tra– bajaban en I\1arruecos. Les concedió muchas facultades y disp'ensas para que pudieran libremente y sin obst,iculcs predicar la fe. Podían dejarse crecer la bz.rba y los cabellos para librarse de la ferocidad de los sarracenos. Trabajaron mucho, pero el fruto fut muy \'scaso. La Iglesia indígena africana, floreciente en el Norte de Afrirn anfrs del mahometismo, en la Edad Media no se esta– bleció. La situación era peor todavía que en }\süi (51 J. Conclusión. --Es un hecho histórico que en bs siglos xm y xrv empezó un nuevo p'eríodo de evangelización que pudiéramos llamar cat6lico, npost6lico y romano. Los agentes principales fueron los Sumos Pontífice y las dos Ordenes nuevas de Santo Domingo y de San Francisco, que como instrumentos dóciles en manos de los Papas, realizaron esa colosal empr'esa. Numerosos misioneros de estas dos Ordenes trabajaron con ardor en el campo pagano, rni.:sulmón y disidente, y abrieron nuevas rutas a los ope-rarios evangélicos 'en latitudes inmensas del Oriente y del Africa. La acció:1 misionera del tiempo no fué sistemática ni uniforme. General– mente, los primeros misioneros, llenos de fervor y deseosos de propagar la fe y pad'e.cer el martirio, marcharon con mucho entusiasmo y poca prepara– ción. Atacaron de frente a los enemigos, obteniendo por resultado, o la ex– pulsión del país, o la muerte por Cristo. Otros que salieron más tarde a tra– bajar en la viña del Señor s'e armaron mejor intelectualmente, aprendiendo las lenguas, estudiando las ciencias convenientes y usando ·métodos más adecua– dos y prudentes en la evangelización. Muchos midoneros son admirables por :,u heroísmo, p'ero poco imitables por sus métodos. No faltaron misioneros modelos que sobresalieron por la virtud, la ciencia, la, preparación, la prudente adaptación a las exigencias de lo:; tiempos y luga– re5. Se destacan dos figuras colosales, las cual-es podemos decir que se ade– lantaron a su época: Montecorvino y Raimundo Lulio. Algunas de sus ideas no fueron aceptadas porque el ambiente no estaba preparado todavía. De todos modos podemos asegurar que •este período está lleno de ense– iianzas. Los aciertos y fracasos, los modelos perfectos y los imperfectos en el apostolado, nos indican lo que debemos abrazar o rechazar. Son como faros que iluminan nuestras acciones. No s'eamos demasiado exigentes. Cada uno es hijo de su época. Los pro– blemas de método y de adaptación con el tiempo han sido más estudiados y aplicados con mayor eficacia. En el campo teórico y práctico encontramos consoladores progresos. Es cierto que en los últimos tiempos se han agitado mucho estos proble– méls d•2: adaptación en el apostolado, pero no se debe exagerar demasiado hasta llegar a extremos inaceptables. La Iglesia no puede ::ambiar en lo que es esen- (;'íO) Son 1:-szo. o. r., ¡,:'tg. ií7H-5SO. (51) Cf. lJ.\:-SIEL-UoPs, o. c., ¡,úgs. 255-iíG.

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