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PROBLEMAS MISIONALES 407 tegen con recomendaciones a príncipes y prelados y les ayudan con limosnas. El Pontificado contribuye poderosamente a la fundación de conventos, de iglesias, d'e provincias, de diócesis y archidiócesis. Los misioneros de aquel tiempo no eran aventureros, aislados o abandonados a sí mismos: vivían y trabajaban sometidos a las normas regulares y pontificias, bajo la dirección de los superiores y de los Pontífices. El Pontificado daba unidad, fuerza y organización a aquel ejército de perc:grinos y 2pós:oles de Cr:sto. La Sede de PeJro fué como un faro que difundió rayos de luz, de vida y de civilizacién a las hordas tártaras y musulman:1s, a los cismáticos, herejes ~ infieles del mundo med:eval. No obstante el dinamismo misionero de los Pontífices, sus ccntinuos des~ velos por conservar y propagar la fe y sus constantes esfuerzos por defend·c:r los derechos de la Iglesia, hemos de confesar que se sentíc la nee'esidad de un organismo especial que trabajase directa y exdusiv¡;mente 'en favor de !as I'vlisioncs. El primero, que recuerda la Historia, que manifestó públicamen' e esta n'ccesidad y presentó ya un esbo::o de es2, instituc'ón en la Iglesia fué el mallorquín Raimundo Lulio, protomúrtir de !u Tercera Orden fran:iscana. Pero pasó mucho tiempo antes que se rea'.izaran sus proyectos. VirÍicron dcs– puf'.S otros esp2.ñcles, como el j'csuita San Frcm::isco de Borja, los carmelitas Jerónimo Gracián, Pedro de la Madre de D:os, Domingo de Jesús Ivfaría, To~ más de Jesús y el celoso sacerdote Juan Vives, que influyeron dicazmcnte en la fundación de ese D!casterio romano, exdusivamente dedicado a las i\•Ii– siones. al qu'e se le dió el nombre de Sagrada Congregacién de Prcpagcmda Fide, ins:ituída por el gran Pontífice Gregorio XV, el 22 de jun:o de 1622, por la bula lnscrutabili divinae prouideníiac. Fina'.mente, el modo de dirig'r la actividad apostólica y las normas o leves _por las cuales se gobi•crn,m las JI.Aisiones han ecimbiado, según las exigencias de los tiempos y el lento desarrollo del derecho misioni~ro; pero, en mcd:o de todas esas mutaciones, una cosa pcnnanece inmutable, b cual es el pr'n-·ipio propulsor y el centro de unidad de toda acc;( n mic<ioncra: el Vicario de Cristo, que tiene el sagrad<¡¡ deber y el der'echo inv:o'.able, no sólo de apacentar los corderos (107) y pa-1/orear las ovejas (108 ¡ que viven en el apr:sco •'V,rn(jé– lico, sino también de atn:er las que 'E'sti,n fuera de él: et illa-1 o porte' me ad– ducere, et voccm meam cmdient, et fict unum oui/e, et unus Pastor (109). (107) IoANN., XXI, 15, lCl. (lON) lü.li' iN,, XXI, 17. (lOD) 1º""-", x, rn.
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