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PROBLEMAS MISIONALES 399 o uivae uocis oraculo; otras, indirectamente, por me<lio de la legislación o autoridad regular. A veces el mismo Pontífice seleccionaba los candidatos, como suc•edió en las legaciones de Juan de Pian de Carpini, de Montecorvi– no, etc.; otras lo hacia por medio de los superiores generales o provinciales, como aconteció en el Concilio de Lyon, en el cual, según refiere Adán d·e Marisco en una carta a su provincial, Guillermo de Nothingham, Inocencio IV proponía enviar "fratres selectos ad gentes quae destruxerunt. ut dicitur, Terram Sanctam Chorasmeno.s, scilicet, et ad Tartaros, et ad Sarncenos" (58). Juan XXII significó el 9 de mayo de 1328 al maestro y provinciales domini– cos, que estaban para reunirs',c: en Tolosa, que era su vivísimo deseo que se intensificdse "divini cultus officium in plerisque gentilium partibus"; por tan– to, les exhortaba a escoger "ad minus quinquaginta fratres ad hoc voluntarii, nimis tamen nec iuvenes nec antiqui, sed b-eae religiosí ad partes dictorum gentilium" (59). Los Papas pensaban también en las cualidades de los candidatos y en su formación para el apostolado, exigiendo que poseyeran una fe inconcusa, una conducta irreprensible y una vasta doctrina, para ejercer debidamente el sa– grado ministerio sacerdotal (60); porque los misione1os son precisamente los enviados ''ad illuminationem caecae multitudinis, exterminium haereticae falsi– tatis, ad confirmandum nutantium animos, et fidelium confortandos in luce s'ermonis, et certitudine opc:ris propositum vobis iter :iine quorumlibet offcn– sione curratis" (61). Montecorvino conocía por experiencia la necesidad de la vida virtuosa, cuando escribía desd•e ia China: "Ne se envíen sino religio– sos de muy sólida virtud; porque los países son hermosos sobr•emanera, ricos en aromas y piedras preciosas ... , y, a causa del calor, los naturales de la India andan desnudos, con sólo un corto taparrabo" (62). Para la formación científica de los misioneros los Pontífices favorecieron la institución de Colegios especiales, particularmente para el estudio de las len– guas orientales. por íos que tanto se interesaron San Raimundo de Peñafort y Raimundo Lulio. A este fin, Inoc<?ncio IV decretó el ln5'tituto Oriental de París (63). Juan XXII apoyó la erección del Colegio de Miramar, y Clemen– te V, en el Concilio de Viena (1311), prescribía la fundación, de cinco cáte– dras de lenguas en Roma, Oxford, Bolonia, París y Salamanca, para utilidad de aquellos que estaban destinados a propaHar la fe entr'e los infieles (64). Por lo general, en las bulas aparece que los misioneros gozaban de la confíen– za de los Papas, pero no faltan documentos ~n los que severamente reprcn- (GR) Cf. GoLunovrc•n, o. c., tomo II, p:'tg. :in. (ü!l) Cf. Bull. Do111i11i<'.. tomo II, ¡iúg. 178, n. G2. (HO) Cf. Rull. Franc .. tomo I. pú¡,;R. 2-1-2:i, 1111. :i:i, ::-1. ((ll) \'f. Ibid., tomo 11, pú¡,;. 2Sü, n. 418. ((i2) ('f. Ninicri fra11c., torno 1, pú¡,;. :tri,l, Ed., .~. Y.\X nEX "\Yn,U.\EI:T. O. P. III., Qnara<'ehi, WW. (ü:.¡¡ Cf. ALTANER, 8prnc7isfudicn und 8praclikennt11isse im Die11ste ,les J[isgio11s eles 18 1/ll{l 14 Jahrltl/11(/erts, en Zcitsehrift fiir Jiissionswisse11sclwft, l!):;J, tomo XXI, 1níg. 115. (G4) Cf. LOXGRÉ, O. F. l\I., Deu.r opuscules illédits du B. Raymoncl Lull, ('11 Ln Frnnl!e Franciscaine, 1¡¡;¡¡-¡, tomo XXVII, r,úg. 14G; C. LoXGIII, La for111azio11e illtcllettuale dei 111issiu11ari dal seco/o XIlI al seeolo Xl7II, ¡iúg. 41. Horna, l!J:l8.
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