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392 P. PÍO DE MONDREGA.'-IES y provincias, dentro y fuera de Europa; y, en cuanto al campo m1s10nero, se abren nuevos horizontes de conquista en Africa y Asia. Reconociendo Hono– rio III que eran necesarios más operarios para las Mision"es, escribió la bula Ne si secus, del 25 de marzo de 1921, dirigida a muchos arzobispos, obispos y a los abades de las principal•es Ordenes antiguas, en la cual les invitabn a es– coger sacerdot'es de probada piedad y doctrina, los cuales estuviesen dispues– tos a ir a propagar la fe y sufrir el martirio. Cuál fué el éxito dei la iniciativa pontificia no lo sabemos; pero, como afirma Soranzo, del silencio de las fuen– tes, y porque en los sucesivos envíos de misioneros no s•e hace mención de dichas Ordenes, se deduce que la invitación del Pontífice no dió los resulta– dos que se esp'eraban (22). Providencialmente, por aquel tiempo surgen las Ordenes mendicantes de franciscanos y dominicos, que se pusieron bajo la dirección de los Pontífic•es para la conquista espiritual del mundo misionero. Por su organización especial gozan de libertad de movimiento, pueden pasar de un lugar a otro, recorrer inm'ensas regiones, extender su acción misionera entre cismáticos, herejes y paganos, llevando la luz del Evangelio hasta los confines de la tierra. En los siglos medios sucesivos la Santa Sede prefiere confiar las empre– sas misioneras a los hijos de San Francisco y de Santo Domingo, y sabemos por la Historia qu'e ellos correspondieron con entusiasmo, con celo y con sa– crificio a los deseos de los Sumos Pontífices (23). Veámoslo brevemente. Restringiendo nuestro tema a estas dos Ordenes mendicantes, no pret'en– demos disminui'r en nada las glorias de otras Ordenes o Institutos que brilla– ron en el campo del apostolado 'en diversos períodos de la Historia, como los benedictinos, carmelitas y agustinos. Igualmente reconocemos de buen grado los heroicos sacrificios de íos trinitarios y mercedarios, que se dedicaron a la redención de cautivos. Nadie se extrañará si, por la limitación del tiempo, pa– samos por alto las benemerencias de estas Ordenes, cuyas gestas otros con mayor competencia podrán describir. San Francisco de Asís ( 1182-1226), encendido en seráfico ardor por la salvación de las almas y dominado por el d•eseo del martirio, vino a España con intención de pasar a Marruecos; impedido por la enfermedad, regresó a Italia, y más tarde logró ir a Egipto y obtener para sus hijos la ben'evolencia del sultán. En la, regla definitiva, aprobada por Honorio III, pone un capítulo (22) Cf. GIOVAXNI RouAxzo, Il Papato, l'Europll cristia1rn e i 'l'arturi. Un secolo di venetrazionc oc('identali in _.tsta, pág. :l5. Milán, w:10. (2:l) A este pro¡,.-,sito ('Scrihe H. lti\nRICIIT, docto orientalista protestante: "La papautí, essaya d\m autrP moypn: Pile avait á sa disposition des forees pr(,cienses pour une lnttP rrligieuse; c'(,taient les Ordres des Dominicai1rn et des Praneiscains; elle tenta de s'en servir pour frapper au C(PUl' la puissances de l'Islmn. Il a cut, en tou't eas, un progres á noter, le jour ou l'f,glise se rappela par que! moyen le Ruuwnr, ks ~\riótrPs et les dis<;iples avuicnt autrefois snbjugu(, et reuni .autour de la croix cct (•rn¡¡ire romain, uuquel auC'nne puissmH'e sur la terre n'Hait Pn état de r{,sister, et un monde Pntiere– ment hostiJP. Malgrí, l'í,branlPrn<'nt profo!l(l de la rmissance ehrHienne ('11 l'alpstinP, rnalgró sa chute lamentable, ees hórauts em·oy{•s rmr l'f,glise au norn dn Christ out 1i{•n(,.trú jusqu'au e(Pm· dP l'Asie, ils ont portú leurs pus jnsqu'aux extrf.me limites de l'Ori(,nt, ils ont fait erltPIHlre leur Yoix aux ehrótiens, SC'hismatiquPs et hí,rPtiqnes, aux JUongols <'t anx l\Iusulmans, ils ont C'tudi(, á fond le Coran, smltPnn dPs pol(•rniqnes eontre ]Ps disd¡¡lPs <k !'Islam par la pnrole Pt par lP linc". Cf. R. RiiIIHICIIT, Lettres de Ricoldo de .llonte ('roce, Pn ,lreltires ele l'Oricnt Latin, tomo II B, púgs. 25S-5D.
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