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PROBLEMAS MISIONALES 391 DING, O. F. M., Anna/es Minornm (18), y a los Bularios Romano (19), fran– ciscano (20) y Dominicano (21). Como consecuencia de todo ese material podemos muy bien deducir [a pastoral solicitud de los Pontífices por la propagación de la fe y los esfuerzos realizados 'en aquel tiempo en la defensa y dilatadón del reino de Cristo. 3. REI.ACIONES DE LOS PAPAS CON LAS ÜRDENES MISIONERAS. Los propagadores de la fe en los siglos precedentes (IV-XII) fueron los Sumos Pontífices, los obispos, los sacerdotes seculares y los monjes. Dentro del territorio <l'el Imperio romano, los obispos, principalmente en sus propias diócesis, evangeliz<1ban a los pueblos paganos y bárbaros; fuera de los límites del Imperio, los Sumos Pontífices, y también los obispos, enviaban misione– ·rns, como a Paladio a Irlanda, San Ninián a Escoda, San Agustín a Inglate– rra, San Bonifacio a Alemania. etc.; pero éste no era un modo de proceder sistemático. Los obispos residentes en las regiones periffakas de la Iglesia enviaban también misioneros fuera de sus territorios, y \cn Oriente solamente los obispos se ocupaban de esto; así, por ejemplo, San Atanasio ordenó a San Frumencio apóstol de Abisinia; San Juan Crisóstomo envió misioneros a Per– sia; San Gregario, el Iluminado, evang'elizó la Armenia; en Occidente, los obispos de Salisburgo y de Passau enviaban sacerdotes a las regiones meri– dionales; San Otón, obispo de Bamberg, fué a los pomeranios, y del mismo modo obraron otros muchos prelados. Los monjes enviados por los P:ipas o por los obispos frecuentemente cum– plían estas Misiones sin que la Orden o el monasterio las adquiriera; !os mon– jes misioneros invitaban a sus coherm::mos a fundar nuevos monasterios en tierra de Misión para que sirvieran d'e focos de irradiación de vida cristiana y cultural. Aún más: algunos monj'es, sin diputación eclesiástica especial. se dedicaban a propagar la fe, como los monjes de Grecia y Constantinopla, en Bulgaria, Hungría, Moravia, Austria Inferior; los monjes de Irlanda o Escocia, en Frisia. Entonces no estaba determinado el derecho como ahora. En el siglo xm las cosas c1mbian. Las Misiones de los obispos fuera de las propias diócesis van dejando de existir, la dirección se centraliza más en el Romano Pontífice, surgen nuevos métodos y nuevas dir'ectrices en el cam– po del apostolado; podemos decir que empieza una nueva etapa en la historia de las Misiones. Las exigencias del ti'empo reclamaban un cambio en la con– cepción del apostolado misionero. Se nota, de parte de la Santa Sede, un impulso más vigoroso por las Mi– siones y una organización pontificia más centralizadora; por parte de los mi– ~ioneros, un r•eclutamiento más numeroso y universal de todas las naciones (18) L. \Y,\Ilmxn, O. :U'. ::u., Annales Jlinornm, 1-XXYIL QnarlH'ehi, rn;:i-rn:l4. (lü) Cf. Bullarill'm Romanum, .'\.uguRüe 'J'anrinormn, 18¡'¡7-1872. (20) ('f. Bullarimn Pranciscannm, Rll.\RALEA, O. F. ::\L Coxv., 4 n>l. Roma, 1759-17()8; <'. Eum:L, o. I<'. 1\1. Co:w., G-0-7 mi. noma, 18DS-lü04; HüTE.– M.\X:-1, O. F. l\I., I (nova SPrie), .\d Claras .\PquaR; I·"oF r :\Lrnn, O. :U'. l\L, II (nova SPrie)' ihíd., rn:m. (21) B11llari11m Ordinis F'P. I'nrrlirafor11111, ed. •rn. HIPOLL y A. BRDfOXD. Roma, 1729.
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