BCCCAP00000000000000000000392

PROBLEMAS MISIONALES 377 Il. APORTACIÓN MISIONERA DE LOS MENDICANTES ENTRE LOS MOGOLES. En la prim•era mitad del siglo XIII las hmdas tártaras amenazan invadir a toda Europa. La Santa Sede procura defender la cristiandad del peligro. En el Concilio de Lyon (1215) se trata de oponer una zona de defensa desde el Báltico al Danubio. Inocencia IV 'envía cartas y legaciones a los tártaros por medio de los franciscanos y dominicos. De ellas hemos hablado anteriormen• te (34). Los efectos de estas embajadas a las autoridades tárta'ras no fueron tan consoladores como se esp'craba; no obstante, sirvieron para conocer. mejor el Oriente y para abrir nuevos horizontes a la evangelización. El imperio mogólico, a la muerte de Gengis Khan, se dividió en cuatro grandes partes o r•einos: la región occidental sur, o pérsica; la región occi– dental, o de Kiptchak; la región media, o Turkestún, y la región oriental. con la China. Por la brevedad del tiempo nos limitan:mos sólo a indicaciones muy generales. l. Apostolado en Persia.--El reino tártaro de Pnsia, cuya capital era Bagdad, incluía también una parte del Asia Menor. Los reyes (Ilkanes) en general se mostraron benignos con los cristianos, a excepción del musulmán Kan Achmed. Bajo el dominio del Kan Hulagu el cristianismo aumentó sen– siblemente, debido principalment'e al inHujo de su cristiana mujer Dhuz Ka– thum. Favorecieron la construcción de iglesias y apoyaron a los misioneros. Con razón fueron llamados el Constantino y la Elena de Persia (35). Hulagu trató con los príncipes cristianos de Armenia y Georgia y con el Papa a fin de obtener ayuda contra los musulmanes. Pidió a Alejandro IV U!l hombre docto y piadoso que le instruyese en la religión cristiana. El Papa, en 1260, le respondía as'egurándole el apoyo de los ejércitos cruzados y le felicitaba por el deseo de hacerse cristiano. Abaka (o Aboga), sucesor de Hulagu, sígníó las tradiciones paternas res– pecto a los cristianos y envió legados al 11 Concilio de Lyon (1274), para re– ferir las buenas disposiciones de aquellas gentes y proponer un pacto. Nico– lás III, hacia el 1277, envió cinco frailes menores: Gerardo de Prato, Antonio d'e Parma, Juan de Santa Agueda, Andrés de Florencia y l\fateo de! Arezzo. El Sumo Pontífice les entregó dos cartas: una para Abaka, a quien exhortaba a convertirse a la fe y le rogaba suministrara los medios necesarios para que los legados pontificios pudieran llegar al Gran Khan; la otra estaba dirigida a Kubilai del Catay (36). Después de Abaka sucedió en el trono Achmed, que de cristiano sei hizo musulmán y perseguidor de los cristianos. Dos frailes menores, Antonio de Armenia y Aldebrando de Florencia, recibieron la palma del martirio (37 ¡. Luego los cristianos gozaron del favor del sucesor, el príncip'e Argún, del cual dice Montecroce que era un hombre pésimo, pero amigo de los cristianos: ( 3•1) P'úg. :15~1 y sigs. (:l5) Cf. Sor;Axzo, o. c., púg. 1fül; Noi; Snrnxu-r, o. c., púg. 10H. (:lG) ('f. Al\".\RTMHFR VAN DEN "'Yl'.GAEHT. º· F. ~r. Hinica Jra,wisrnna, tomo I, pág. LXO\'IIT, Qunraeehi, 1.0::m; G. UOLFBOVICIT, o. c., tomo II, p:íg. 42ü. (:l7) Cf. Lnnm::rn, o. c., púg. :l5.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz