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376 P. PÍO DE MONDREGANES et moriendum pro Christo se fecisse enuntiat" (29). La labor misionera. de las Ordenes m'endicantes entre los musulmanes fué enorme y la literatura publi– c.Jda abrumadora. Por falta de tiempo nos limitamos a pocas indicaciones ge– ne>rales. El fruto de conversiones no correspondió a los esfuerzos realizados porque los musulmanes son muy difíciles de conv'ertir. El mayor fruto fué para los mismos misioneros: hicieron acopio de virtud y méritos y no pocos recibieron la palma del martirio. Muchos dominicos y franciscanos se ocuparon en propagar o defender la fe en Constantinopla, Servia, Bosnia, Bulgaria, Albania, Valaquia, Maldovia, Rusia (30). En el Bullarium Franciscanum s'e menciona una Confraternidad de San Francisco que tenía por objeto ayudar a los evangelizadores franciscanos de Rusia; Valaquia y Podolia en todas sus necesidades. Era una especie de obra de cooperación a las Misiones (31 ) . Ad'emás, otros mendicantes trabajaban en Hungría, Prusia, Lituania, Noruega, entre los albigenses, husitas y los rutenos (32). En los lugares mencionados solían trabajar con santa emulación francis– canos y dominicos. Narrar las gestas de los heroicos operarios mendicantes en esas regiones 'está fuera de nuestros límites. No debemos pasar en silencio la evangelización de las islas Canarias. Des– cubiertas por los navegantes normandos, fueron concedidas por Clement•e VI en 1344 al castellano Luis de la Cerda, conde de Clermont. con la condición de introducir en ellas el cristianismo y de fundilr monast'erips. En 1351 es nombrado obispo de las islas Afortunadas el carmelita Bernardo, el cual pa– rece que no llegó a ejer<:er sus funciones. Urbano V, en 1369, 'encargó a los obispos de Barcelona y de Tortosa de enviar 20 sacerdotes seculares y regulares de las Ordenes mendicantes para predicar el Evangelio. Pero hasta principios del siglo xv no se 'empezó seria– mente la verdadera evangelización. Benedicto XIII, en 1403-4, <lió dos impor– tantes bulas: en la primera conced'e indulgencias a cwmtos cooperen a la em– presa de Juan de Bethencourt, que se apoderó de ellas, y, en h1 segunda nom– bra primer obispo de Rubicón, en la isla de Lanzarote, al franciscano Alfonso de Barrameda. En 1476 cuatro islas son ya cristianas y las otras no tardaron en convertirse. Los historiadores alaban el celo de los franciscanos, pa'rticu– larmente de Alfonso Bolano y del humilde y laborioso operario lego San Oi'e– ~O' de Alcalá (t 1463) (33). Recorrido este sector a vista de pájaro, pasemos a considerar el otro no menos vasto y más fecundo en frutos apostólicos. <29) cf. A. "'ALz, º· c., púg. m. (:lO) Cf. LEMMEXS, o. c., púgs. :J4, 37, 45. (:ni Cf. JJ11llari1111t Fran<'., tomo VII, púg. 557, nota lü; DEsc.n1ps, o. r., l)Ú· gina 272. (32) Cf. LnrnEXS, o. c., p{,g. ,fü; '.YALZ, o. c., lJÚgs. mu y sigs. (;;;J) ('f. DESC.Ull'R, o. c., púgs. 291-292.

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