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3. VALIOSA APORTACION DE LAS ORDENES MENDI– CANTES A LA IGLESIA MISIONERA EN LA EDAD MEDIA (SIGLOS XIII-XIV) (*) Durante el primer período de la Edad fvfedia, que corre del siglo v al XIII, en la conservación d'e la fe cristiana influyen poderosamente los Sumos Pon– tífices, los obispos, el clero y los monjes. Por una parte, las Ordenes monás– ticas desempeñan un gran papel en la vida religiosa y cultural del tiempo. Los monast'erios de benedictinos, cistercienses y premonstratenses son como focos irradiadores de piedad, de estudio, de educación y de apostolado. Pero el mo– naquismo medieval estaba ligado a las condiciones sociales del tiempo y las reformas podían hacer los centros de vida religiosa más perfectos y más aptos para difundir los ideales cristianos. Por otra parte, las múltiples Ordenes militares instituidas en diversos paí– ses, muy en consonancia con el espíritu caballeresco y guerrero de la época, defendieron con ardor y celo los intereses religiosos y patrióticos contra los enemigos del nombre cristiano. En el segundo período, del siglo XIII al xv, el dinamismo religioso cambia de orientación y presenta nuevas características. El espíritu cristiano produce una nueva floración de Ord'enes 1eligiosas más en conformidad con las nece– sidades del tiempo. Los nuevos operarios evangélicos no debían tener ni gran– des monasterios, ni extensas propiedades colectivas, ni grandes basílicas, m'e– nos todavía servirse de la espada. Con sencillez y pobreza evangélicas, con libertad de acción, confiados en la divina Provid'encia y en la ayuda del pue– blo, al cual llevan el don de la fe y de la gracia, van de una región a otra, dilatan los horizontes geográficos y etnológicos y recorren inmensas latitudes en Asia y Africa. Por medio d•e ellos la iglesia extiende sus maternas solici– tudes a todo el mundo conocido: cuida de los fieles que nunca la abandona– ron; procura atraer a los hijos pródigos que, engañados por el cisma y la he– rejía, se alejaron del redil del Bu•en Pastor; intenta plantar sus tiendas fuera de las fronteras conocidas y convertir las feroces hordas tártaras que vienen del Lejano Oriente; procura pen'etrar y conquistar a los secuaces de Mahoma que se extienden por las regiones asiáticas y africanas. Dios, providencialmente, suscita las Ordenes redentoras y m'endicantes que. como dóciles instrumentos, se ponen en manos de. los Pontífices para las pa– cificas conquistas del cristianismo. Por su vocación, organización y numerosos candidatos se prestan a una valiosa aportación a la Iglesia misionera de la Edad Media (siglos xm-xv). (*) Cf. Misiones Extranjeras. Burgos, 1952, rnl. III, n. D, púgs. 100-112. 24

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