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366 P. PÍO DE MO:-;DREG!,:-;Es los legados y la respuesta que intentaba enviar al Gran Khan. Los legados regresaron a Italia, y en Nápoles e.,peraron a la embaja<la pontificia, b cual fué ciertamente la más solemne qu'e recuerda la historia de las l'viisiones de la Edad Media. Benedicto XII envió la célebre emb,,jada de Juan de Marignolli, con Ni– colús Bonct, Nicolás de l'violano, Gregario de Hungría, ron cincuenta r'eligio– sos, los cuales se dirigieron a Nápoles, donde esperaban '.os legados del Gran Khan: de allí, por via marítima, lleuaron a Crink'.é':, y, por Kiptschack. pasaron a la sede d•e Usbek, a quien entregaron una cana del Pontífice. Continuaron a la capital del reino del Gran Khan Kagatai. al cual tenían que entregar tam– bién cartas del Papa; pero e;:;te príncipe había >ª muerto. Muchos de los mi– sioneros franciscaaos pereci'eron en una rebelién excitada por los sarraceno,. Sosegada la rebelión, Ivlarignolli pndo entrar en Amalech y reor9anizar la l\ilisión, como el mismo refiere: "Fecimus ecclesiam, emimus aream. fecimus forn•es, cantavimus l\1issas et baptisavimus (sic) pivres, libere et publiche pre– dicantes" (32). Dejados allí al9unos misioneros p,:¡ra que continuasen la obra felizmente empezada, continuaron la vía de Khanbaliq, adonde llegaron en 1342, y fueron recibidos con gran ale9ría y solemne pompa por el emperador. Oi9a– mos lo que dice Mari9nolli: "Ego autem solemniter i11dutus, cum cruce µul– cherrima quae me preccd2bat cum luminaribus et incenso, cantando Credo, in unwn Deum intravirnus coram illo Kearn, in glorioso palacio residente; et cantu finito, largam dedi recipienti humiliter ben·edictionem. Sic missi fuimus ad imperialem aulam nobis honorabiliter preparat.:un, assi9natis duobus µrin– cipihus, qui nobis omnibus necessitatibus abundantissime mínistrabant ín cibis et potibus et usque ad papin1m pro laternis, deputatis servitoribus et mínistris de curia; et sic per annos quasi quatuor servienmt infiniiis semper honori– bus" (33). En su relación habla de los progresos que! había hecho el cristia– nismo en China, de la iglesia catedral de Pekín, de otras iglesias hermosas y ricas, que tenían campanas "optimas et pulcherrímas.. in ni•edio sarrncenorum sitas" (34). Ruina de las, JVHsiones de China.- -La segun el:, mitad del s19 o xrv ~s triste, desde el punto de vista misionero. Por una parte, la I9ksia católica, dividida internamente por el cisma de Occidente; los estragos de las herejías de Wi– c]ef y de Huss; también la pf'ste negra, que se desarrolló en Europa en 13·18, y sembró ·el espanto entre las 9entes y despobló los conventos, restando reli– giosos que pudieran marchar a lejanas tierras. Por otra parte. la dinastía mo– gola de los Yuen fué derrumbada por la dinastía china de los Ming, que, per– siguió a los cristianos; por añadidura, las comunicaciones er;tre el Occidente y el Extr"emo Oriente se hacian imposibles, por las hordas de Tamerlán, que venían asolándolo todo. Por estas y algunas otras causas, la floreciente y prometedora Iglesia de China, que había costado tantos sudores y tanta san– gre, desapareció casi por completo en breve ti'empo. Quizá no se pudo formar el clero y la jerarquía indíuena; y la Iglesia sin clero y sin episcopado propios no ofrece garantías de estabilidad. (:::!) ( 'f. 1\-y;q;AEllT, o. ('., i,úgs. LXXXY, ;i:!7. (:!;{) !l,íd., ¡,úg. G:2D. (::J) ('f. \\'1:-.U.\E!tT, o. c., vúgs. LXXXYII, :'i:)0.
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