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36.J. P. PÍO DE l\lONDREGANE:i de la fundación de la Iglesia en China, y ordenó que se consagrasen siete obispos franciscanos y partiesen luego para C<1tay, con la ord·en de ,:onsa– grar a Juan de l'viontecorvino arzobispo de Pekín y patrimca de todo el Orien– te. En 1307 sólo seis de los siete obispos mmcharon, acompafiados de una multitud de misioneros franciscanos, ben<l'ecidos por Clemente V. Es verdaderamente conmovedora esta expedición misionera, que sigue casi la misma ruta de 1\1:ontecorvino. En la India mut:ren muchos religiosos y tr•es obispos; los demás prosiguen su camino hacia Khanbaliq. El obispo Gerardo Albuini se queda en Zaitung, donde había muchos católicos y alanos depor– tados del Cáucaso; Andrés de PeTusa y Peregrino de Castello llegaron hasta Khanbaliq hacia 1309-1313, y consagraron primer arzobispo de Pekín y pa– triarca de todo el Oriente a fray Juan de Montecorvino, el cual. despu(·s. ccnstituyó otras sedes episcopales. En la primera erección, el arzobispo de Pekín comprendía todo el vastísímo imperio mogólico, desd'e China hasta Ru– sia. Pero en 1318 se separó el territorio del arzcbisp:ido de SultanL:h. rnn– fiado a los misioneros dominicos. El prim'er arzobispo de Sultanieh fué Franco de Perusa, a quien s•e dieron como sufragúneos otros seis obispos. Bajo la dirección de Montecorvino la Iglesia se extendió y floreció en China, ofreciendo halagüeñas esperanzas para el porvenir. Fmy Peregrino es– cribía que. no necesitaban más que mandaf3n otros misioneros (28). La Orden franciscana establecía también propios conventos; la Iglesia estaba ya en ph:'.na marc·ha. El fundador de la Iglesia china, agotado por el inmenso trabajo, lleno de días y de méritos, querido y venerado de tocios, llorado por cristianos y pa– r¡anos, murió en olor de santidad en Khanbaliq, el 1328, a la awmzada edad de ochenta y un años. Misión del B. Odorico de Pordcnone.--Auw¡uc no fué un legado ponti– ficio en 1 d sentido propio de la palabra, sino un misionero de la I0lesia de Khünbaliq, sin embargo, merece una mención especial en la historia de las :Misiones medievales. El importante ltinerarímll de Perdenon'< (29), las rela– cicmes de los demús franciscanos y el Milione ele J\1arco Polo constituyen un insige monumento de la antigua lil'<ratura, que puede considerarse como la em– bajada mús fructuosa del pensamiento entre Europa y el Extremo Oriente. Recibida la bendición del Papa Clemente V, parte hacia ·el 1314 a través de Europa y llega a Trebisonda, continúa su viaje por Erzerum, Tauris, Sul– tanich, Bagdad, Ormuz, Tana, Granganore, Quilón, Ceilán, Madrás, S11ma– tra, Java, Borneo, Cantón, Nanking, y llega a Pckin el 1318. Como dice mon– s'<~ñor Costantini, "va como mensajero de Dios, por montes y por mares. atra– vesando países desconocidos, caminando animoso e infatigable por más de diez afios; la llama de la caridad ilumina su extraordinario camino, como la luz que guió a los hebreos en el desierto. Cuando yo me encontraba en, China l'eí su Itineracium y pude comprobar que ciertas localidades y costumbres co- (2S) ( 'f. \\'Y);(L\EHT, o. c.• ¡,úg-. LXXIX. (2H) "l f{)(liPrlli~ Y(•ro t1•1111H>l'ihus. ('l'PS('('llte g{ 1 ographia{ 1 s<:iPnt ia Pt p1•a('St'rtirn iin– ¡iulsn H. Ynll' l't CordiPr hace I'l'htio int,•r ¡,rimas nwclii aed <·om¡,ntatnr.'· C'f. \\"y:-;. GAER'l', o, ('., IJÚg. ~!SJ.
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