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24 P. PÍO DE MONDREGANES IV CUÁNDO DEBE EMPEZAR LA FORMAC!Óc\f MISIONAL. Se deben distinguir dos cosas: la conciencia misional y el estudio de la Misionología. 1) La formación de la conciencia misional debe empezar dtesde la niñez, según la capacidad y los métodos pedagógicos proporcionados a la edad. Con mayor esmero cfebe cultivarse la semilla arrojada en el corazón del niño al pasar los umbrales d•el Seminario. La formación misional del seminarista debe ser paralela a la sace:rdotal, de la cual es parte. En los más, jóvenes se podrá ir formando la conciencia misional con anécdotas, episodios edificantes, ejem– plos de heroísmo apostólico, exploracion'es interesantes de célebres pioneros, facilitando lecturas de libros y revistas adecuados, dando consejos, exhorta– ciones prudentes y acertadas, celebrando fiestas misioneras, repres'entando cuadros plásticos, repre.sentaciones escénicas, películas, etc. Estos y otros me– dios excitarán 'en los jóvenes aspirantes al sacerdocio veneración y estima por las Misiones y quizá también la vocación misionera. A medida que los alumnos crecen en edad y conocimientos se les debe ir proporcionando medios más elevados, los entusiasmos juvenil•es deben conser– varse e informarse de principios sólidos. En el estudio de la Geografía, de la Historia, de la Filosofía y de laSI Ciencias naturales y sociales s'e presentan frecuentemente oportunidades para hacer referencias preciosas y edificantes a las Misiones católicas, manif>estando los beneficios que los misioneros han causado en el campo de la moralidad, de la cultura y de la civilización. De esta manera el horizonte del joven se abrirá siempre más• para conocer P fon– do los verdaderos valor-es del apostolado universal de la Iglesia católica. 2) Si se trata de la formación científico-misionológica, del estudio serio y razonado de la Misionología, el tiempo más conveni.cnte es el último afio del curso teológico, cuando el s"eminarista está en condiciones de darse per– fecta cuenta de todas las partes de la Teología, penetrar mejor las cuestiones escrituristicas, dogmáticas, morales, jurídicas, pastorales, etc., referentes a !as Misiones. Las objeciones que por lo común suelen hacerse por el exceso de asigna– turas tienen poco valor práctico y, no rara Vez se originan de la deficiencia de método pedagógico o de la pereza. En los Seminarios mejor organizados encuentran tiempo suficiente los alumnos y profesores, para la enseñanza de testa disciplina. Me permitiréis citar a este propósito unas palabras del padre Manna: "Por lo común se dedican muchas horas al estudio de la historia ecle– siástica de los siglos pasados, pero no sé que se estudie con igual amplitud la historia de los heroicos esfuerzos hechos por la Iglesia en ~1 terreno de la evangelización durante el pasado siglo y de los que sigue haciendo todavía. Se gasta mucho tiempo en las herejías ya olvidadas y de las cuales apenas ha quedado el nombre; pero, ¿conocemos tan a fondo las herejías y deriva– ciones doctrinales modernas, y lo mucho que trabajan por arrancar de la Igle– sia el imp•erio de las almas? El estudio y conocimiento de lo pasado es eru-

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