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316 P. PÍO DE MO':>:llRF.GAl\ES Apostolado ¡;:eg!ar analógico.-Es claro que los legos e seglares que no pertenecen a la jerarquía no pued•en ejercer un apostolado que supone o im– plica la noción de la misma. Podrán ejercer un apostolado amilógico, pero no idéntico. Se pueden distinguir dos clases. de causds o agentes del apostolado: causas principnles y causas instrnmenta/€:s. Estas caus2.s instrumentales pueden ser auxiliares de las principales. En 'este sentido los legos p,1eden servir de medios auxiliares de la jerarquía... El Episcopado ejnce de ordinario su misión de instruir por medio de otros. En el ho(pr doméstico, por medio de los padres; en la igl'esia, por los sacer– dotes; en la escuela, por los maestros. Mas, para que la acción de estos man– datarios se,1 verdaderamente una accién <l'e la Iglesia, es necesario que se rea– lice en su nombre y en calidad de instrumentos, es decir, por delegación y bajo la d1recció11 de los obispos. El instrumento obra como tal cuando 'es mo– viJo y dirigido por la causa princip::il. La familia recibe del Creador la misión y el derecho de dar educación a los hijos. Es un derecho inalienable y anterior ::i todo der'echo civil del Es– tado. El Código• determina. este deber de los padres respecto a la educación rdi9iosa: "Los padr•es tienen obligación gravísima de procurar con todo em– peñe la educación de sus hijo5, fa1,to la religiosa y moral como la física y civil, y de proveer también a su bien temporal" (can. 113). La Iuksia tiene el derecho de ens'¡;:ñm la doctrina cristiana y de velar por la educación religiosa de los niños y jóvenes, y suplir a los padres gue ;10 cumplen con sus deber'es. Veamos cómo el laicado puede particip:ir como auxiliar al mauisterio, mi– nisterio y autoridad de la Iglesia. El apostolado jerárquico y seglar en la enseüanza.--En todo tiempo los bicos o seglares han colaborado con la jerarquía eclesiástica en la obra de la •educación y de la enseñanza. Los Hechos de los Apóstoles nos refieren la pre– dicación o instrucción de Apolo: "Cierto judío por nombre Apolo, alejandrino de origen, hombre elocuente, que dominaba las Escrituras, llegó a Efeso. Ha– bía sido instruído en el camino del Señor, y, con el f•ervor de espíritu que ie movía, hablaba y enseñaba con singular esmero lo tocante a Jesús, si bien no conocía otro bautismo sino el de Juan. Y comenzó a exhibirse gallardament'? en la sinagoga. M,,s, cuando le oyeron Priscila y Aquilas, le tomaron por su cuenta, y con mayor exactitud le expusieron el camino <le Dios. Y, resolvién– dos'e el pasar a la Acaya, animándole a ello los he'fmanos, escribieron a !os discípulos que le acogieran. El cual, llegado que fu(:, contribuyó mucho, con el auxilio de la gracía, al provecho de los que habíar~ creído. Porque con gran vigor rebatía en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que el Mesías no era otro que Jesús" ( A.et. , XVIII, 24-28). El rristiano Satnro fué el catequista de Revocato, Felicitas, Segundo, Saturnino y Perpetua, ra– tecúmenos mártires de Cartago (ALLARD, Histoirc> des persécutions, pág. 106, 1894). Eusebio narra que de:;de fines del siulo II había una escuela para '.ns– truir a lo~ catecúmenos en Alejandría ( P. G., XX, 528). La catequ'esis de los catecúmenos estaba confiada a laicos o clérigos. Eminentes apologistas fueron Arnobio, Justino, Atenágmas y otros laicos.

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