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310 P. PÍO DE MO;s;DREG.>NES trata de los fieles, los documentos· se limitan generalm'ente a alguna mención o alusión (ibíd.). En el siglo IV la distinción entre legos y clérigos es ya perf•ectamente es– table. Por esta época en la Iglesia de Africa se habla de los fieles, seniores, o seniores plebis, o seniores populi christia~i (P. DABIN, S. J., L'Apostoldt liúque, pág. 89, Pmis, 1931). En los tiempos de San Cipriano parece que ]os seglares habían perdido ya mucha influencia en el gobierno de la Iglesia. Los legos no tien'en potestad de orden o de jurisdkción, pueden tener potestad dominativa, como el padre de familia sobre sus hijos. La jurisdicción propia– mente tal nunca fué concedida por la Iglesia a los simples legos o fieles, hom– bres o mu_jeres. No es lícito a los seglar'es llevar el hábito clerical, exceptuados los semi– naristas y dE'más aspirantes a las órdenes de que trata el canon 972, § 2, o los seglares legítimamente destinados al servicio de la Ialesia, que, dentro o fuera de la misma, toman parte en algún ministerioi süccrdotal (can. 683). Varias formas de apostola<lo.--Jesús es el prin~cr apóstol que dió todo por los hombres, hasta su preciosa sangre. ¿Qué más podía haber 11'echo para sal– varnos? Nos habló y nos enseñó de muchas maneras. Multifariam multisque modis. También nosotros podemos ejercitar el apostolado de muchos modos, influyendo en nuestro prójimo para que practique el bien y se salve. Aquí sólo indicamos algunos principales. l. El cjemplo.---,Jesús, después de cumplir el acto de humildad de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: "Os he dado ejemplo p<1ra qu'e, como yo hice con vosotros, así vosotros lo hagáis" (loANN., XIII, 15). Lo que Jesús hizo durante su vida nos puede servir de ejemplo. Enseñaba y practicaba, aconsejaba y obraba. Jesús di¡o a sus discipulos: ·'Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal s•e vuelve sosa, ¿con qué se la salará? Para nada vale ya, sino para ser tirada fuera y ser hollada de los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede esconderse una ciudad puesta ,,obre la cima de un monte. Ni encienden una lámpara y la colocan bajo el c•elemín, sino encima del can– delero y alumbra a todos los que están en la casa. Que alumbre así vuestra luz del2.nk de los hombres, de suerte qu'e vean vuestras obras buenas y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos? (MATTH., V, 13-16) . Las pa– labras mueven, pero los ejemplos arrastran. Los 'ejemplos tienen una fuerza irresistible tanto para el bien como para el mal. El ejemplo es la escuela muda del género humano. Habla a la vista del modo más sensib'.•c. El buen ejemplo tiene la fuerza de una invitación, de una exhortación plácida, convencida, que se hace a los otros espontáneamente sin herir la suse'eptibilidad. El ejemplo tiene tod2.vía más fuerza en la niñez y en la juventud. En estas edades se tiend•e más fácilmente a la imitación de lo que se ve. 2. La palabra.-Leemos en los Proverbios que la muerte y la vida están en poder\ de la lengua (Prov., XVIII, 21). La lengua es un medio de aposto– lado para el mal y para el bi•en. La palabra es el medio para infundir la ver– dad o el error, para excitar al bien o al mal. El apostolado de la palabra se puede conside'rar bajo diverso, aspectos: a) La forma de conversación pri– vada con los amigos, enemigos e indifer'entes, dejando caer una palabra de• bien, de dulzura, de bondad, sin molestar. Una conversación dulce, amena,
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