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PROBLE'-IAS MISIONALES 17 presente, en qu'e la fuerza del torrente evangélico es tan intensa y universal que con razón se llama al siglo xx el siglo de las fvfisiones. Esta nueva era de o-ro de la actividad misionerai y misional bajo formas diversas en los países católicos y en los lejanos campos d•e misión ha llegado a un tope nunca visto en la historia del catolicismo. Ese espíritu misional y misionero es como una pleamar que avanza •en todas direcciones desde los más altos puestos de [a jerarquía edesiástica hasta los más humildes fieles del retirado burgo. Lo fo– mentan los Pontífices y los obispos, lo secundan los sacerdotes de ambos cle– ros, lo ayudan las obras piadosas de los fieles. Cada día se abren más las puertas al Evangelio, se multiplican los territorios edesiásticos, se aumentan las filas del ejército misionero. Es cierto que las guerras han causado no pocas bajas en los operarios evangélicos y enormes daños en las Misiones; pero iel espíritu de conquista cristiana prosigue vigoroso, nuevos grupos de heraldos del Evangelio parten de todas partes para suplir ias bajas y reconstruir lo destruído por el huracán bélico. Las Obras Misionales Pontificias, la Unión Misional del Clero, la Agencia Pides, la prensa misional, los estudios y cátedras misionológicas se reorganizan y se perfeccionan. Después del breve paréntesis de la guerra el •espíritu, misionero se ha ido elevando a un intenso potencial que comunica luz a las inteligencias, calor a los corazones y dinmnismo a la conquista espiri– tual. El horizonte misional se va clareando con risueños crepúsculos matina– les prometedores de días esplendorosos que vistan d-c gloria a la Esposa del Cordero. Post núbila Phoebus. II NECESI'DAD DE LA FORMACIÓN CIENTÍFICO-MISIONERA DEL SACERDOTE. El sacerdote es alter ChrisfÚS, es el continuador de su obra redentora. Es 'el pastor que está obligado, en virtud de su vocación, a apacentar las ovejas que se encuentran en el redil y a buscar las que vagan errantes fuera de él. Su misión es evangelizar a Cristo, extender su reinado, s'ea combatiendo en las avanzadas del ejército misionero, sea trabajando en la retaguardia en los campos de la Patria. Con un corazón grande como el del divino Maestro debe abrazar todo el mundo sin distinción de razas, sin límites de fronteras, excla– mando con el modelo de apóstoles, San Pablo: Grnecis et Barbaris, sapienti~ bus et insipientibus debitor sum (4). Como legado de Cristo debe esforzarse para conservar la Iglesia donde está plantada y procurar extenderla donde todavía no existe. Lo que se dice del sacerdote es aplicable al s'eminarista, que será el sacerdote de mañana y ocupará los puestos de responsabilidad; porque de los Seminarios salen los obispos, los párrocos, los educadores:, los predicadores, conferenciantes, propagandistas, escritores, organizadores; en una palabra: los apóstoles, que serán deudores a todos de su ministerio. Al sacerdote p'ertenece procurar el aumento de las vocaciones eclesiásti~ cas y misioneras, organizar y dirigir las Obras Misionales Pontificias, propa- (4) Rom., I, 14. 2

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