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PROBLEMAS MISIONALES 209 habet, ut animam suam ponat quis pro amicis suis (Jl) .. No se puede amar a Dios y no amar lo que Dios ama. Jesús, cuando ve la casa del ,Padre profa– nada, resiste a los profanador'es y se cumple la profecía: "El celo de tu casa me ha devorado" (32). El celo, enseña el Angélico, procede de la intensidad del amor (33). El apóstol debe revestirse de cielo por las almas: a) De un celo universal que abrace a todos, a los próximos y a los lejanos, a los de casa y a los de afuera, a los justos y a los pecadores, a los ricos y a los pobres, Debe pasar como Jesús benefaciendo et sanandu omnes (34). b) Un celo dulce y atractiuo que no haga huir al pecador, sino que le atraiga y le recíba como e1 padre al hijo pródigo en la casa paterna. El mundo materialista de hoy necesita una renovación de amor sobrena– tural. ¿ Y quién 'está llamado a difundir ese amor divino en medio del mundo sino el apóstol? Los religiosos y los sacerdotes, seguidores de Cristo por su profesión y sacerdocio, tienen la obligación sagrada de vivir primero y des– pués hacer vivir la vida de Cristo en el mundo. Los apóstoles son los dis– p'ensadores de las riqueazs y de los ,tesoros del Verbo Encarnado. Sacerdote quiere decir sacra dans: luego el que no da, no comunica y difunde a los de– más el bien, la verdad y la vida, es estéril, sin hijos espirituales. Escribía San Pablo a los fieles de Corinto: Ego plantavi, llpollo rigavit, Deus autem incrementum dedit (35). "Y o pfonté, Apolo regó, pero Dios dió el incremento". Ahora bien, es evidente que las bendiciones de Dios descen– derán más abundantes y eficaces sobtt< la obra de sus amigos y de sus ínti– mos que le aman con mayor intensidad. Recordemos las vidas de San Francisco, de ;.;an Antonio, de San Buena– ventura, de San Leonardo de Puerto Mauricio, de San B-ernardino de Sena, de San Lorenzo de Brindis, de San José de Leonisa, del Beato Benedicto de Urbino, del Beato Diego de Cádiz y de otros muchos franciscanos, y veremos cómo a la accióni unieron la oración; a la vida exterior, la interior; al aposto– lado, la santidad. Estos son nuestros modelos. Seamos, pues, apóstoles santos. (:ll) Ibícl., XV, 13. (:tl) Ps., 08, 10. (B3) I, 2, q. 28, a. 4, (:l4) Act., X, 38. (35) J Oor., II, 6. 14

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