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2. APOSTOLADO Y SANTIDAD (*) Suele decirse que hay ;pocos apóstoles santos; que para que el apostolado sea eficaz se requiere la santidtd del que lo ej'erce; que hay pocas conversio– nes porque los instrumentos son poco virtuosos; que se hace poco fruto en las almas porque falta el espíritu interior. Estasi expresion'cs y oltras muchas semejantes se oyen con frecuencia entre sacerdotes y personas piadosas. Quizá en ocasion'es se exagere>, pf>ro no falta un fondo de verdad. El apos– tolado es una obra divina y humana. Dios puede convertir las almas por sí mismo, aun milagrosamente, como al Apóstol de las Gentes en el camino de Damasco; pero, en la economía normal, la Providencia se sirve d•e los medios ordinarios y de sujetos aptos para convertir y santificar las almas. Dios escucha las oraciones de los humildes, fecund?. el apostolado de los santos, derrama sus bendiciones sobr'e los mini~tros virtuosos, de tal modo que la eficacia del apostolado, generalmente, está en relación directa con la santidad del operario evangélico. Para poder apreciar m'ejor las relaciones entre el apostolado y la santidad es necesario considerar las finalidades del apostolado y las cualidades de los sujetos que pretenden realizarlas. Finís est ratio cactcrornm. J. FINALIDAIDES DEL APOSTOLADO. J'esucristo cumplió perfectamente la misión confiada por el Padre Eterno,. pero ant!:es de volver al Padre la transmitió a sus apóstoles y sucesores para que continuase a través del tiempo y del espacio a beneficio de todos los hombres. "Como el Padre me ha enviado a mí, así yo os envío y vosotros" (l); "Id por el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (2). Queriendo Jesús que se continuase su misión, los apóstoles y sucesores deben tener las mismas finalidad•es que Él tuvo. ¿Cuáles son los fines que in– tentó Jesús? Con su misión red•entora intentó tres fines principales jarárquica– mente subordinados: la gloria del Padre, la salvación de las almas, el estable– cimiento universal de su reine,. Estas mismas deben ser las finalidades inhe~ rentes a todo apostolado católico. l. La gloria del Padre.-Jesús Redentor, en la oraCion sacerdotal que preced•e al sacrificio cruento del Gólgota, exclama: "Padre, ha llegado la hora: (*) Conferend.a a los eolPgialPs teólogos ea1mchinos ele León. (1) IoA::\".1,., XX, 21. (2) MARC., XVI, 15.

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