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198 P. PÍO DE MO::-lDREGANES medida que crece la estima d'el valor de la cosa. Ahora bien, a la juvenrtud religiosa s'e debe instruir y formar en la espiritualidad general del estado de perfección, en la espiritualidad 'específica y particular del propio Instituto, según su legislación e historia, y en la espiritualidad misionera por medio de ttna educación apostólica. Educar a la juventud apostólicamente, es decir, se– gún los id'eales del. Evangelio y de Cristo Redentor; demostrando cómo deb:> mos continuar la misión de Cristo hasta el fin de los tiempos; presentando con claridad los importantísimos problemas misioneros de la Iglesia, cuyas enseñanzas debemos conocer. Los religiosos debemos sentire cum Bcclcsia, ciuere cum Ecclesia, laborare cum et per Ecclesiam. Seguir ias corrientes ch:'. espiritualidad y apostolado de la Iglesia manifestadas por las directrices de los Sumos Pontífices. En el asC'etismo verdadero de todo Instituto deben brillar los ¡¡mores a Jt:– sucristo, a la Iglesia y a las almas, de que antes hemos hablado. El religioso que no sigue por estos cauces, y se impregna de es,tas doctrinas, y tiende a realizar estas obras, s'erá lo que se quiera, pero nunca llegará a subir a la gloria del Bernini. La vida del espíritu es toda vida de verdad, y una de las cosas peores que pueden suceder en ella 'es el engaño o la ilusión. La obra de b santificación no es sólo de Dios, sino de Dios en nosotros y con nosotros. Y la, mejor manera de saber si Dios obra en nosotros y no.c;– otros con Él les se(luirle, porque nos dice d Maestro: Yo soy el camino, la i•crdad y fa uida (57). Ninguno uienc al Padre sino por mi (58). Se sigue a Cristo y se va al Padre caminando, progresando según fas directrices de la Iglesia, s'cgún el espíritu que anima y vivifica a la verdadera Sponsa Christi, que es la Iglesia, una y universal, santa y santificadora, infalible y vivificante. 2. Contribuyen a formar esta conciencia misionera las lecturas, el estu– dio, las 'exhortaciones, conferencias y predicaciones sobre asuntos o problemas misionales. 3. La dirección de confesores y padres espirituales de almas o de comu– nidades que sean verdaderamente evangélicos y conscient'es de su misión sa– cerdotal podrá tener también gran influjo en la formación de la conciencia misionera. l\Ie he encontrado 'en mi vida religiosa con confesores y directores: de al– mos, predicadores, etc., que, con poca reflexión y menos razón, me han dicho: "Las cosas de l\'Iisiones son muy a propósito para almas románticas o extra– vagantes, desconocedoras del mundo y de los hombres. Las Misiones son como algo de deporte, de turismo y pasatiempo. Para no estar ociosos o quitar el mal humor, se leen aventuras y episodios edificantes, tal V'ez actos de' herois– mo ... Son cosas propias para niños y jóvenes; pero para las personas serias, graves, de elevación y contemplación mística no se adaptan esas; p'equeñeces infantiles". Caro amigo, dispénseme, pero como sacerdote y religioso le digo sinceramente que 'el niño, el ignorante o el hombre de pasatiempo es precisa– mente usted. Ex ore tuo te iudico ... Digame usted: ¿Por qué s'e encarnó Jesucristo? ¿Por qué y por quién mu– rió en la cruz? ¿Por qué predicó el Evangelio y nos dejó la doctrina sublime (:;7) ln1:,x., XlY, G. (:.¡;) 71,íd.
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