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PROBLE'.\lAS l\!!SIONALI:s 195 personal y voluntariamente s'e sacrifique por e~ bien del proJlm0, en virtud de su estado y por medio de la observancia de sus leyes. dispone de un filón de oro de, inapreciable valor. Los votos religiosos se consideran como una inmolación -:n la que el hom– bri! sacrifica a Dios el triple orden de bienes que: posee: los bienes exterio– res, por la pobreza; los plae'eres sensuales, por la castidad; la propia volun– tad, con la obediencia a la autoridad y a las leyes. Además, todo Instituto tiene su legislación particular, sus observancias determinadas, sus trabajos y ocup2ciones impueS1tos por la autoridad. Todo eso que se compr'ende en la expresión de obsecvancia regular es como una mortificación cotidiana. Propter te mortificamur tota die (39). El estado religioso supone privaciones sin cuento: separación de la fami– lia, de las amistades, de los lugares determinados y qu'eridos. Tiene que acep– tar tantas imposiciones inesperad~s, tantas compañías desagradables, tantas adversidades de todo género. Por esto San Bernardo dice que la vida r'eligiosa es un lento martirio, más cruel que el de;la espada. lllo quidf>m, quo membra caeduntur ferro, horrore quidem milius ed di11tttrnitat1? molcstius (40). Todo ese conjunto de sacrificios, de observancias, de vencimientos, de abnegaciones, de privaciones el alma misionera lo ofrece pro 11111ndi vita (41). Gr•egorio XV, en la bula de canonización de Santa Teresa, dice que la santa "lloraba con perpetuas lágrimas las tinieblas de los infieh,s y herejes, y por iluminarlos no sólo dirigía continuas oraciones, sino que ofrecía ayunos y afligía su carne con penitencia" (42). En la vida de Santa Verónica de Julianis se !'.:e que quería predicar la fe a todos los que no adoran al verdadero Dios. "Hago con este fin-dice---to– das mis penitencias, y mientras me mortifico digo al Señor: Dios mío, no ce– sar(; de castigarme mientras 'estas almas no se conviertan a Vos. Paso horas en este ejercicio, y siempre me sentí ansiosa de padecer por la salvación de las almas" (43). Andrés Beltrnmi, salesiano, no pudiendo marchar a las Mision•es por razón de enfermedad, dirigía esta oración al Sagrado Corazón: "l\l[e ofrezco como víctima por la conversión de Inglaterra, de Alemania, de Rusia, de las Igle– sias orientales, de Turquía, de los Estados Unidos, de Africa, de China, de': Japón, de la India, de los pueblos de Oceanía, del Polo Norte, del Polo Sur... ¡ Oh Señor, acéptame víctima por los misioneros! ... " ( 44). Religiosos sanos o enfermos, con penitencias voluntarias o mandadas, con nacrificios it,1puestos o libremente abrazados, con bs observancias de las r:o– ~as grande::; y pequeñas, conscientes de nuestros dú>Eres misioneros y de la dicacia apcstólica del sacrificio, ofrezcamos estos ramillete.e; perf11mados por la caridad fraterna al Padre de las misericordias. 1:m) Ho111., \'lII, :m. (40) In Uant., n. II, P. L., is:;, !lll!l. (-11) lo\XX., Yl, r,2. (42) \'f. GnEGOl:IFS :X.V, Om11i11ote11s Sermo Domini, Bullarill'n, Hom., tomo X\'JI, púg~. G75, .._\ugnRta<', Taurinornn1, JSG7. (4:l) C'f. rn '.l'esoro, o sea, Diario de Nanta renínira de ,Julianis, pscrito ¡,or Plla mi~ma y ¡m\Jlien,Jo ¡¡or el ¡¡adrP Pedro Pizziearia, 8. J., trad. vor Arturo ~Iasri,•1·a, tomo I, ¡¡úgs. 1,1() y sigs., BarePlona, 190f>. (44) ('f.. J. norinmc·, El problema misionero, pág. fi2. l.ª Pd. Madrid, s. a.
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