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194 P. PÍO DI'. MONDREGANES tenemos b responsabilidad de cuidar por •el bien de nuestros hermanos más necesitados de los bienes espirituales y de los medios de salvación, haciendo dulce vioítencia a Dios con nuestras oraciones y sacrificios, a fin de que haga descender sobre los paganos las luces: de redención y de vida. Nuestra ple– garia, nuestra jaculatoria, nuestra petición habitual sea la de muchos servi– dores d•e Dios que exclaman con gemidos inenarrables: Domine, da mihi ani1nas. J\,IEmos PRÁCTICOS PARA EJERCIT.1',R LA. ESPW.ITUALIDAD MISIONERA EN LA VIDA RELIGIOSA. Para ejercitarse en el. espíritu misionero no es necesario hacer cosas dis– tintas de las que practica la comunidad a la cual se pertenece. La t:spiütuali– dad misionera debe penetrar toda la vida interna y externa del religioso. Por los mismos medios que adqui•ere la santidad de su estado puede adquirir la espiritualidad misionera. Basta la buena voluntad y un poco de industria para saber dirigir nuestra vida a este fin. V amos a indicar los medios más comunes a todos para actuar la espiritualidad misionera en la vida religiosa. Sin descender a porm'enores, que todos podrán fácilmente añadir, expondre– mos en líneas generales los modos más corri'entes y prácticos. l. Espiritualidad misionera en la observancia regular.--San Pablo escribe a los colosenses: "Qui nunc gaudeo in passionibus pro vobis, et adimpleo ea, quae desunt passionum: Christi, in carne m'ea pro corpore eius, quod est Ec– desia" (37). Siendo Jesús la Cabeza de un Cuerpo l\1ístico y nosotros sus miembros místicos, la Pasión de Cristo Místico se viene cumpliendo cotidianamente con los varios sufrimientos de sus mi'embros. El Divino Redentor, padeciendo en sus miembros, se apropia nuestros dolores, nuestras pcnitenci8s, nuestras mor– tificaciones; los eleva, ennoblece y hace que participemos también nosotros, 'en menor grado, como María al pie de la cruz, de su obra redentora... El sacrihcio, además de ser meritorio y satisfactorio para nosotros, se puede también enajenar en bien del prójimo como el mismo apóstol lo dice: Ideo omnia sustineo propter electos, ut ipsi saltttem consequantur, quao est in Christo lesu (38 ¡. Yo puedo satisfacer por los otros, ¡ Cuántos casos en– contramos en la hagiografía antigua y moderna, en los cuales las penitencias, los sacrificios, los dolores ofrecidos por la conversión de los p'ecadores, de los moribundos, de los obstinados ... han merecido la conversión inesperada[ Las palabras "mortificación", "sacrificio", "penitencia", "austeridad" .. , son duras a la humana sensibilidad, pero en la economía de la gracia tien•en valores incalculables. La mortificación y el dolor son fuentes de vida evan– gélica. Al religioso se le presentan muchas ocasiones para conv'ertir su vida de austeridad y penitencia en instrumento de apostolado. Prescindiendo de lo que (:m Col., I, 24. (:~'-:) II Ti111., 2, 10.
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