BCCCAP00000000000000000000392

PROBLE!>.iAS MISIONALES 193 dos (31). "Yo con sumo gusto gastaré y me desga~taré a mí mismo en bien de vuestras almas" (32). La caridad de Cristo nos urge para dedicarnos con ardor a la salvación de las almas, no sólo de los hombres que viven cerca de nosotros, de nuestros parí'entes, connacionales, sino de todos, aun los más Jejanos del Africa, del Japón, de Alaska, de la Siberia, de Nueva Zelanda, de todas las zonas del mundo, pues todos somos hijos de un mismo Padre celestial y redimidos por la Sangre de un Redentor universal. D-ebemos amar y socorrer particularmen– te a los más necesitados. "Y ¿qué clase de hombres--dice Benedicto XV– más acreedores a nuestro socorro fraternal qu•e los infieles, quienes, descono– cedores de Dios y presa de la ceguera y de las pasiones más desenfrenadas, yacen en la más aby•ecrt:a esclavitud del demonio?" (33). Se cuenta de San Bernardo que en el primer tiempo de su demora en el monasterio de: Claraval se preguntaba a sí mismo: Bernardo, ¿a qué has ve– nido? La respuesta única era ésta: Para saívar tu alma y la lk fos lwrmanos. Religioso, de cualquier Instituto que seas, ¿para qué t'e has hecho religioso? "Para salvarme a mí mismo y a todas las almas que pueda... " Santa T'eresa¡ de Avila, cuando trataba de fundar el convento de San José en 1562, tuvo noltícia de los estragos que hacían los luteranos en Francia y del incremento que hacia la herejía, y escribió: "Dióme gran fatiga, y, como si yo pudiera algo, o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba r'emediase tanto¡ mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo pora remedio de un alma de las muchas que allí Sf' pf'fdían. Y como me vi mujer y ruin, e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el, servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que, pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen, buenos, determiné hacer eso poquito que era en si, qu'e es seguir los consejos evangélicos con toda la perfecci6n que yo pudie5c, y procurar que estas poquitas qu'e están aquí hiciesen lo mismo ... " (34). Santa Teresita, modelo de religiosa contemplativa, penetrada de una espi– ritualidad misionera extraordinaria, escribe: "He venido al Carmelo para sal– var las almas y rogar por los sacerdot'es" (35). El padre Maximiliano Kolbe, O. F. M. Conv., el caballero de la Inmacu– lada, apóstol de nuestros tiempos, escribe en su regbmento de vida: "Por la Iglesia de Dios debo salvarme a mí mismo y todas las almas pr'esentes y futuras" (36). Semejantes expresiones encontramos con frecuencia en la hagiografía ca– tólica; porque los santos, cuanto más amaban a Dios, más se interesaban por las almas redimidas por slli sangre. Apreciaban el valor inmenso del alma, la trascendencia de la eternidad feliz o desgraciada. Tocios los que hemos sido favorecidos por Dios con la vocación religiosa (:n) I ('01·., D, 22. (:12) JI Cor., 12, 15. (:1:J) Jfo,rimuni illud, A. A. S., mm, XI, pág. 451. (:M) Camino de perfecci611, cap. I, pág. :160, Burgos, m22. (a5) SA:);TA TERESA DE:L BAMBIXO ÜESU, Storia di itn'anima, cap. VIII, pág. 12S, 'l'urín-::\Iilán, W12. (:lfl) Cf., A. RICCIARDI, I:eroe di Osicieeini P. Massimiliano Kolbe, púg. 58, Itoma, Ul47. ] ,, .,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz