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192 P. PÍO DE MONIJREGANES Jefe y Cabeza de su Cuerpo Místico. Del mismo modo que el Hijo d~ Dios asumió una verdadera naturaleza humana, así también la Iglesia asume en sí la plenitud de todo lo que es genuinam'ente lmmano y lo eleva a fuente de fuerza sobrenatural, dondequiera y como quiera lo encuentra (22). Debemos amar a la Iglesia como Jesucristo la amó tan sin medida que, sin excluir a nadi'e, abraza, en su Esposa a todo el género humano (23). Pio XI dice que "sería indigno de la caridad con que debemos abrazar a Dios y a todos los hombres el que, contentos con pertenecer nosotros al rebaño de Je– sucristo, para nada nos cuidás'emos de los que andan errantes fuera de su rt:dil" (24). Debemos trabajar por la edif.i.cación y acrecimiento del Cuerpo de Cristo todos los que gozamos de su luz, de su vida y de sus carismas. Pío XII concluye la Encíclica My:;tici Corporis Christr con estas palabras: "No podemos dejar de exhortar nu'evamente a todos los cristianos a amar con ternura a su Madre la Iglesia con amor activo, y diligente. Para su seguridad y desarrollo, cada vez más venturoso, ofrezcamos cada día al Padre Eterno nuestras plegarias, nuestros trabajos y P'enas, si verdaderamente tomamos a pecho la salvación de la universal familia humana rescatada con la Sangre divina" (25). La espiritualidad misionera respecto a la Iglesia es amarla y trabajar por ella en sentido intensivo\ y expansivo. Qu>e: nuestro interés se extienda por to– dos los continentes. Como dice el Papa: "Un número considerable de los apartados del redil de Jesucristo miran hacia la Iglesia,, veluti ad unicum sa– lrttis portum" (26). T•endamos nuestra mano salvadora para que entren en el arca de salvación y no perezcan ahogados en las aguas de la gentilidad. San Pablo compara a la Iglesia a un edificio fundado sobre los apóstoles, cuya piedra angular es Cristo. lpso summo angulari lapide Christo fosu (27). Nosotros vivimos en esta casa, no como extranjeros o huésped·es de paso, sino como conciudadanos de los 1, santos. Por la vocación religiosa se excluye el egoísmo personal o colectivo, se alargan los horizontes y dilatantur spatia cariiatis. Amemos a todos, los hom– bres como hermanos d'e: la gran familia de Dios Redentor. d) Brillar en el celo por las, almas.-El Divino Maestro nos dice: "¿Qué provecho sacará un hombre si ganare todo el mundo, pero malograre su alma?" (28). Dios quiere que todos se salven. Por nosotros los hombres d~s~ cendió del cielo y se dió a sí mismo como rescate por todos (29) . Por esto escribe Tertuliano: "No hay cosa más digna de Dios, cuanto la salvación del alma" (30). San Pablo decía qu'e se hacía todo para todos a fin de ganarlos a to- (22) A . . t. S., 1945, :n, púg. 20, (2:i) 1 A. A. s., 1n4:1, a5, púg. 2an. (24) Nerum Ecelesiae, A. A. H., l!l2G, XYII I, púg. 68. (25) A. A. B., rn:m, :n, púg. 2-rn. (2ti) .1 .• ·t. R., l!l42, ::4, r»'tg. UH. (27) Bph., II, 20. (28) ::.\LtTTH., rn. 26. (29), I 'l'im., 2, 4. C::O) aldl'cr. Jlarcion., II, 27, l'. L., II. col.

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